Carambola fatal. final cruel. Resultado duro. Condena perversa. Un jarro de agua fría en el 93. Un adiós cuando el gol estaba más cerca. Vuelve y asoma la cabeza con una actuación de decir para acabar hundido, sin nada en juego. De ganar y ganar una última oportunidad a perder la categoría. El Espanyol pasó de tener la permanencia en la mano a ser oficialmente equipo de Segunda en Mestalla, sin tener que esperar a la última jornada. Las victorias de Getafe y Cádiz hicieron inútil el 2-2.
Un gol del Valencia le mandó a Segunda, aunque los jugadores del Espanyol no lo sabían. Soportar el resultado le dio vida, se aferró a una última oportunidad, lo hizo dependiente de sí mismo. Y así fue durante gran parte de la segunda parte tras los goles de Montes y Braithwaite. El Espanyol se defendió, luchó, luchó y se dejó la piel. Pero el gol de Samuel Lino le condenó en el tramo final.
Óscar Gil fue derrotado y se arrodilló. Joselu se tapó la cara con la camiseta. Darder bajó los brazos, no tuvo ni fuerzas para saludar a los 1.000 aficionados periquitos y se echó a llorar. Braithwaite, con los brazos en jarras, no sabía dónde mirar. Montes miró al cielo en busca de respuestas. Y Cabrera se quedó petrificado. Luis García se metió rápidamente en el vestuario. Todos eran la imagen del dolor.
Un vistazo al equipo elegido por Luis García bastó para asegurarse de que el trabajo se hizo tarde, que en enero hubo que corregir la plantilla en puestos clave. En la final de Mestalla maquillaron tres fichajes de invierno (Pacheco bajo palos, César Montes en la columna vertebral de la defensa y Denis Suárez en la sala de máquinas) por sólo dos en verano: Joselu y Brian Oliván.
El técnico asturiano sorprendió volviendo al esquema de los tres centrales que tan mal resultado le dio en el derbi ante el Barça. Y se repetía el problema que ya se vio entonces: el Espanyol lo pasaba fatal teniendo el balón. Sin poder defenderse con balón, la consecuencia fue que el Valencia ganó metros con mucha facilidad.
Ya en el primer minuto se vio que Darder, haciendo de pivote, no podía parar a Almeida y que lo tenía que necesitar. Fue solo la primera de muchas malas decisiones individuales. Denis Suárez y Puado regatearon en zonas complicadas y perdieron el balón, Kluivert arrasó con Óscar Gil en la carrera por robarle la cartera y Montes vio una tarjeta amarilla innecesaria por insistir en patear a Lato. La mala salida y los nervios iniciales de los loros invitaban a un Valencia extra motivado.
Los locales no necesitaron la presencia de los 1.600 aficionados que cabían en la grada cerrada del Kempes, que cumplió el primero de sus tres partidos de sanción por insultos racistas contra el madridista Vinícius. “Respeto a nuestra afición. Amunt Valencia” y “Juntos contra el racismo”, rezaba una gran pancarta que colgaba en la zona vacía, donde estaban bajadas las banderas. Sin embargo, Mestalla, con todas las entradas disponibles vendidas, catarsis con toda esa bronca e indignación contra los comités («Corrupción en la Federación», sonó varias veces) y la propiedad de Lim (no faltó el «Peter, vete ya») . En el terreno de juego, mandaban y dirigían dos jóvenes canteranos, el cerebral Javi Guerra y el chispeante Diego López. Parece una tontería que, sobre todo en el caso de Guerra, lleven más de media temporada jugando en Segunda RFEF.
El Espanyol no pasaba del centro del campo y el Valencia rondaba la portería hasta conseguirla porque Pacheco prácticamente se la daba. El portero falló un despeje con una mano a centro torcido de Almeida desde la izquierda y el balón fue directo a los pies de Diego López, que marcó a puerta vacía.
Increíblemente, el gol que tanto celebró Mestalla fue la espoleta que necesitaba el Espanyol, un equipo que no reacciona si no se le ve contra las cuerdas. El empate a tres tras perder 0-3 ante el Atlético es el ejemplo más extremo. Así que verse abajo fue la mecha que encendió el orgullo y la autoestima que está siendo el motor de los blanquiazules en este tramo final. En la siguiente jugada Brian Oliván sacó un gran envío desde su carril y César Montes metió la cabeza para igualar. El mexicano ya abrió el camino al partido imposible con los colchoneros. Esta vez su gol dio una calma básica para irse al descanso.
En la cabina, Luis García se dio cuenta de que había que dar un paso al frente y aprovechar también el nerviosismo y la exaltación del Valencia, que poco a poco se había metido en líos. La entrada de Braithwaite actuó como un interruptor. El Espanyol demostró que quería ir a por la victoria. La volea de Denis Suárez que obligó a Mamardashvili fue el primer aviso. Y luego vino el premio. Óscar Gil se fue profundo por derecha y su centro se le escapó al portero del Valencia y ahí apareció Braithwaite, que sólo tuvo que empujar su décimo gol en Liga. El danés volvía de un partido que empezó mal y que pintaba muy feo pero que el Espanyol supo darle la vuelta.
E incluso pudo aumentar la ventaja con un cabezazo bombeado de Sergi Gómez que entró pero el colegiado lo anuló por falta de César Montes en el salto junto al portero Mamardashvili. Era el momento de defender el resultado y el Espanyol empezó a sufrir con la ofensiva del Valencia, con todo el corazón. Pero cuando más cerca estuvo de llevarse la victoria, cuando casi la tenía, cuando se trataba de resistir unos segundos de nada, en el minuto 93 Lino se encontró solo en la delantera y avanzó para desatar un latigazo imparable para Pacheco. Los jugadores de Luis García rodearon a Gil Manzano pero le dijeron al árbitro que no había nada punible. La carambola fatal mandó al Espanyol a Segunda en el último suspiro. El último día en Cornellà será completamente intrascendente.
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