Amado y odiado, idolatrado y vilipendiado; maestro para algunos, «charlatán» para otros. ¡A veces, ambos para la misma gente! Por eso la cantidad de anécdotas (y rumores) que se cuentan sobre la vida de Jacques Lacan, como suele suceder, hablan más de quién las narra que de ese hombre. que nació hace 120 años hoy y para nosotros es un enigma.
Quizás por eso se puede decir que fue psicoanalista: nadie sabe quién era y su persona, solo podemos decir que nunca estuvo donde se le quería o se esperaba. Pero lo encontró. Lacan Sabía cómo responder y, por lo tanto, pudo decirle a los jóvenes de la Mayo 68: «Buscan un maestro», como también les dijo a las militantes del Movimiento de Liberación de la Mujer: «No existe la mujer»
¿Fue Lacan un provocador? No, ya dije: era psicoanalista; es decir, alguien capaz de responder contra la corriente del sentido común, para que los más convencidos también puedan escuchar lo que esconde sus convicciones, la ficción que quizás se creó (y cree) para sentirse «bien», quién hace lo que quiere, quién sabe lo que piensa, quién sabe que no sufre de un deseo que impone las más diversas contradicciones y paradojas.
Sigmund Freud. Lacan vuelve a leer, reinterpreta.
De profesión médico psiquiatra, formado en la tradición fenomenológica, en los años ’30 (del siglo XX) comienza su incursión en el psicoanálisis, para plantear en los primeros años de la década del ’50 el inicio lo que llamó “enseñanza”, caracterizada por uno «De vuelta a Freud».
En esos primeros años convulsos, su propósito era claro: los psicoanalistas de la época se perdieron, porque se olvidaron de la caligrafía del maestro vienés. Por supuesto, Lacan no leer Freud literalmente, ¡pero interpretado!
Así nació su seminario, un dispositivo de transmisión que duró más de 20 años, en el que Lacan combinó su pensamiento con el de Freud hasta el punto de no dejar nunca de afirmarse como un «freudiano».
No me imites
«Haz lo que yo hago, no me imites», dijo una vez. Lacan referirse a su método de trabajo, imposible de clasificar, que rechazaba la repetición, el tedioso ejercicio de decir siempre lo mismo, que ya se sabe.
Por eso es tan dificil leer a Lacan, no tanto por la complejidad de sus propuestas, sino porque no se puede leer de forma pasiva, sin que el lector asuma ningún compromiso. POR Lacan no leo para saber lo que dice, pero para averiguar lo que se puede decir –A nivel de una voz personal y propia– de (y después) Lacan.
A Lacan no se le lee para saber lo que dice, sino para descubrir lo que se puede decir de (y después) de Lacan
Luciano Lutereau
Para muchos psicoanalistas, Lacan nos hizo lacanianos, no porque sigamos una teoría (esto es lo que hacen los estudiantes, los universitarios, los académicos, que no pueden decir nada sin contar una cita autorizada atribuible a Lacan), sino porque nos reconocemos en una forma de escuchar, para recuperar la experiencia del inconsciente, entendido menos como parte profunda de la personalidad, que por cierto al hablar decimos más de lo que sabemos. “El inconsciente se estructura como un lenguaje” es uno de los aforismos lacanianos más famosos.
Frases lacanianas
Por cierto, hay millones de aforismos que surgen de la enseñanza Lacan. Estas frases, que a veces parecen lemas (y pueden funcionar como tales), son el resultado de mucho trabajo en las clases del seminario.
El más divertido, porque digamos: Lacan defendido por un «Psicoanálisis divertido»– es que estas frases se pueden entender de varias formas, no buscan tener un significado definitivo y, por tanto, se pueden utilizar de distintas formas. Mencionaré algunos.
1. Cualquiera que no quiera volverse loco
Por un lado, esta frase se refiere a la idea de locura en Lacan como algo más que una enfermedad mental. A fin de Lacan El mendigo que se cree rey no está loco, pero también el rey que se cree rey, porque cree que “es” rey y olvida que está en su lugar gracias a un pueblo que lo venera, a veces en a expensas de aceptar la privación.
No es de extrañar, de vez en cuando, que si el rey «cree demasiado» -como decimos aquí- terminan colgándolo. Esta idea de locura tiene gran vigencia si pensamos en cómo hoy las actitudes del estilo «Merezco ser feliz», «Merezco ser amado», entre otros; son las declaraciones de la locura que nos aflige hoy.
Por otro lado, la frase compensa el problema de la locura de la voluntad, que también hoy se apela insidiosamente, cuando se sugiere que debemos «ponernos las pilas» y otras declaraciones similares que no hacen más que demostrar que cuanto más libres queremos ser, cuanto más robotizamos.
2. La verdad tiene una estructura ficticia
Esta oración nos permite comprender cómo lo que llamamos «realidad» a veces no es tan diferente de la fantasía, porque esto último no es algo que esté dentro de nuestra cabeza, sino en actos que comprobamos a diario (por ejemplo, una típica fantasía histérica: que los hombres solo quieren sexo y luego ignoran las consecuencias del acto; o una típica fantasía paranoica: que las redes sociales son una herramienta de control social).
Por tanto, la ficción resulta ser cierta, porque produce efectos, como a veces ocurre con algo tan simple como una broma, que mejor di lo que nos pasa que una afirmación descriptiva y más o menos plausible.
3. Amar es dar lo que no tienes
Aquí hay una forma de decir eso el amor no es un intercambio. En el amor, nadie sabe lo que da; a veces lo descubrimos con el tiempo. Mientras que si alguien diera lo que tiene, terminaría dando lo que quedaba, ¿qué puedes hacer sin él? ¡Esta es una fórmula de amor anticapitalista!
El amor es dar lo que no tienes. Una conocida frase lacaniana. Foto: Ilustración de Shutterstock.
Además, si el dador no da lo que tiene, es porque si da en este regalo. El amor es un acto de entrega, que transforma al que amas para que no te llegue con el vulgar deseo de simplemente querer ser amado. Decir que el amor es un sentimiento sería quedarse corto. El amor es una apuesta.
4. La angustia es cariño que no engaña
A diferencia de las pasiones, que a veces se superponen, se confunden, se superponen, la angustia es un punto de parada. Ni siquiera es un afecto específico, pero agujero que absorbe todas las demás formas de sentir y que conduce al momento en que alguien puede tener alguna intuición en relación a tu deseo.
No nos angustiamos en ningún momento, hay coordenadas que terminan dándole un valor didáctico a este sufrimiento. Aunque, Lacan Nunca fue existencialista, porque no se trata de alabar la angustia, el absurdo, etc., sino a través de este encontrar una certeza: con el análisis no dejamos de preocuparnos, pero encontramos la angustia un rumbo y el sufrimiento deja de ser en vano.
5. No hay relaciones sexuales.
En tiempos de pandemias y aplicaciones de citas, este aforismo puede haber sido una anticipación o casi una profecía. Aunque, Lacan No se refiere a las relaciones sexuales que aún existen en el mundo, aunque vive cada vez más despojado.
El trasfondo de la oración es ubicar eso, por lo que podríamos llamar «La comedia de los sexos», es decir, la regulación de nuestra relación con la sexualidad, ningún nombre es «natural».
No hay relación sexual. ¿Qué quiere decir Jacques Lacan? Foto Shutterstock.
Según los tiempos, encontramos diferentes identidades: masculino, femenino, esposo, esposa, amante, solteros, heterosexuales, homosexuales, gays, trans, no binarios, etc. pero ninguna de estas categorías ya no es un intento fallido en el que capturar la relación conflictiva que representa la sexualidad para los seres humanos. En otras palabras, desde un punto de vista sexual, nadie «es» más que un conflicto permanente.
Entonces, en esta última oración, quizás la última declaración importante de Lacan, pero que impregna y resume toda su obra, como si nunca hubiera dicho lo contrario, el gran psicoanalista francés vuelve a lo más propio del descubrimiento del Freud: no que la sexualidad esté en todas partes (pansexualismo), sino que el sexo representa una fuente de (des) placer que, a diferencia de otros (des) placeres, implica un esfuerzo constante, que es la causa de nuestros síntomas y malestar en la cultura.
Lacan nos hizo lacanianos, para que no dejemos de ser freudianos.
* Luciano Lutereau es psicoanalista
Noticia de Argentina