Una gallina sacrificada en el Senado

Hay algo que decir a favor del legislador que sacrificó un pollo en el Senado en, al parecer, dice, honor a Tláloc y algunas otras deidades, en lo que, también aparentemente, fue el Día lluvioso.

En efecto, sacrificar una gallina en la cámara alta o donde sea es una aberración, con o sin usos y costumbres, con o sin camisa bordada y con o sin disparates argumentativos como el “deuda histórica” con los pueblos originarios, algo que ni existe ni debería existir: una sociedad civilizada no cobra supuestas deudas atribuibles a personas que ya han fallecido, porque esas deudas son intrínsecamente impagables.

Para subrayar lo obvio: no son deudas; Son, en el mejor de los casos, chantajes que nada tienen que ver con la necesidad muy tangible de recurrir a las pésimas condiciones pasadas, pero sobre todo presentes, de las comunidades indígenas, y que han absorbido con sorprendente falta de atención. resistencia intelectual y moral cciertos sectores del progresismo del sillaro e incluso de los no-chairos.

También es aberrante que alguien afirme que es legítimo cometer semejante estupidez, una estupidez cruel, en un terreno común. En el lugar que se supone es de todos. Porque, a pesar de lo que piensen al respecto el presidente y los senadores, el Senado es, al menos simbólicamente, territorio de todos los mexicanos. Sería bueno que nos explicaran por qué todos tenemos que soportar esos espectáculos.

También es aberrante que la masacre haya sido perpetrada por un personaje como Adolfo Gómez Hernández.. Ya lo conocíamos por su mala educación al negarse a pagar la entrada a Montalbán, argumentando que lo construyeron sus antepasados, y, sobre todo, por sus comentarios discriminatorios hacia los “mestizos” de este país. Gómez, en pocas palabras, es un representante del fascismo indígena, el etnonacionalismo, una aberración que ha pasado de las periferias lunáticas, su entorno natural, a la cámara.

Una señal de la Cuarta Transformación, que no está marcado por esa agenda, pero que le da espacio. Ya que estamos, este grotesco episodio sirve para recordarnos lo muy, muy cuestionable que es el sinsentido de las tradiciones y costumbres antes mencionadas, con su violencia tradicionalista y su machismo en nombre de quién sabe qué pasado. Como se ha repetido hasta la saciedad, las gallinas no son las únicas víctimas, ni las más habituales, ni por supuesto las más graves.

Aún así, dije al principio, hay algo que se puede decir a favor de Gómez. En el país de los diques secos, el huachicoleo de agua y agua con quién sabe qué derivado del petróleo; en el país de bloqueos de vecinos desesperados y tuberías carísimas; Es decir, en el país de la escasez, Gómez es el único representante del transformacionismo que se ha molestado en hacer algo.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ

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