Una manzana en su día

Había que pensarlo bien… ¿una corbata, una caja de pañuelos, un libro? «¿Pero cual?» Y en el caso de los profesores, lo mismo, ¿un perfume, un collar?

La imagen distintiva del aniversario es una manzana esperando en el escritorio junto a la tiza y la goma de borrar. La sonrisa de los alumnos con el pelo perfectamente peinado, las gafas bien puestas, el pupitre con la libreta abierta. El profesor que lo sabe todo, casi todo, los alumnos que lo ignoran todo y tienen lo que llamaron “hambre de saber”. Así que venga el homenaje…

Miss Pachita (supongo que su nombre era Francisca) era nuestra profesora de canto. Regordeta, de pelo rizado y algo morena, se sentó en la banca del piano y cantó sumamente inspirada, contoneándose e invitándonos a que la acompañáramos a todo pulmón… «cuatro milpas, sólo han quedado, del rancho que ser mía, ¡ay, ay, ay…!

Miguel Barbachano Ponce. Nos dio la Cinematografía Contemporánea. Materia optativa, a las 19 horas, invitándonos todas las semanas al auditorio de los estudios de Clasa Films, donde vemos y admiramos producciones como acorazado Potempkinde Serguéi Eisenstein; Casablanca, con las más bellas Ingrid Bergman; sin aliento, Jean-Luc Godard; Cantando bajo la lluvia de Gene Kelly. “¡Imaginación, imaginación! El cine es imaginación”, nos martilleó.

Froylán M. Narváez enseñó Teoría de los Medios, y luego Psicología y Sociología de los Medios. Cuatro semestres en los que no nos abandonó, imbuyéndonos de las teorías de Marshall McLuhan y Wilbur Schramm… aunque también invitándonos a su amistad con el obispo “rojo” de Cuernavaca, Sergio Méndez, y Pepe Arévalo (y sus mulatos) en El Gran León, recordando siempre que “rumba también es cultura”.

Benjamín Curiel, maestro de sexto año de primaria, era oriundo de Morelia. Estricto y afable, correcto atado diario y pizarra limpia con paño húmedo. Con él aprendimos las bases del álgebra (X al cuadrado menos Y), todos los países de África y sus capitales (Salisbury, Rhodesia), así como los rudimentos del arte de la joyería (hicimos un collar de plata para el 10 de mayo). . También nos guió en divertidas excursiones al Monte de las Cruces, “donde Hidalgo fue tentado por el diablo”.

Jorge Calvimontes, el «Tigre de Cochabamba», nos enseñó Análisis de Contenido en la universidad. Era 100 por ciento aymara y dueño de una riqueza asombrosa, lo suyo era la política popular. Había participado en el gobierno del general Juan José Torres (“JJ”) y en el golpe de estado de Hugo Bánzer le dieron 24 horas para recoger sus cosas y subirse al avión que lo trajo a México. Vivía en la Unidad Tlatelolco, tenía un ranchito en San Miguel de la Victoria donde jugaba al “sapo”, tirando pesados ​​tejos de bronce. “La política es una mierda, que hay que modelar para hacer obras perdurables”.

Gustavo Sáinz nos acompañó durante tres semestres… y nos hizo escritores. Impartía materias de Redacción Periodística, pero nos obligaba a leer a Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytisolo. Sus seguidores abandonaron la prensa para centrarse en la novela y la poesía… Ángeles Mastretta, Rafael Vargas, José Buil, Arturo e Ignacio Trejo. Después de él, los teclados fueron otra cosa. Cuando tenía 22 años, le regalé una novelita que acababa de escribir. Le gustó, me dirigió a don Joaquín Díez Canedo, y la editorial Mortiz la publicó dos años después. Gracias a él.

señora Picard enseñó el idioma francés en la Alianza. “Articuler avec facilité”, nos suplicaba una y otra vez, acicalándose el pelo mientras seguíamos los detalles de la familia Thibaut en el libro. Martes y jueves de cinco a siete en la segunda planta de Liverpool 162. “Monsieur Thibaut habite près de la place d’Italie”. Había sido maestra en Brasil durante cuatro años, pero su esposo la convenció de mudarse a México. Las lágrimas acudían a sus ojos cuando miraba cualquier mandarina. “En Navidad, los alemanes permitieron el comercio sin restricciones. Era la única vez que podías tenerlos”. Ah, cómo no ser el primero en el escritorio ante su dulce sonrisa…

Y para cada uno en su día, evidentemente, la manzanita de rigor.

POR DAVID MARTÍN DEL CAMPO
COLABORADOR

MAÍZ

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