Las autoridades insulares decidieron tomar estas medidas tras un continuo aumento de casos positivos, que experimentó una repentina explosión el viernes (05.08.2022), al pasar de 24 casos confirmados a 127 en tan solo un día.
Desde principios de este mes, el pico de la temporada turística en Sanya, ha habido 983 infecciones por COVID-19, lo que ha provocado la cancelación de todos los vuelos y billetes de tren fuera de la ciudad.
Los turistas que quieran salir de la zona deberán dar negativo en cinco pruebas PCR en un plazo de siete días, según las autoridades.
En el aeropuerto de la ciudad, cientos de personas intentaron sin éxito conseguir vuelos a casa, muchas de ellas preocupadas por retrasar la escolarización de sus hijos.
Otros turistas se han quejado de que el costo de quedarse más tiempo es excesivo.
Por ello, a petición de las autoridades, los hoteles han tenido que reducir a la mitad los precios para sus huéspedes durante el confinamiento debido a la enorme cantidad de visitantes que se quedaron varados en Sanya.
Sin embargo, según informan varios medios locales, algunos turistas manifestaron su malestar al ver que sus tarifas aumentaron hasta en cuatro veces.
Varios hoteles y casas de hospedaje aclararon que esto es culpa de los intermediarios y que solo podían modificar el precio en sus páginas web.
Una familia de 13 miembros se quejó en Weibo, el equivalente chino del censurado Twitter, de que la prolongación de su estancia en un conocido hotel de Sanya les costaría 180.000 yuanes (26.613 dólares, 26.136 euros).
China mantiene una estricta política de tolerancia cero frente al coronavirus que le ha permitido imponerse en varios rebrotes desde el inicio de la pandemia a través de confinamientos, test masivos o el cierre casi total de sus fronteras.
Aunque la llegada de la variante omicron ha puesto en jaque esa estrategia, Pekín insiste en que seguirá utilizándola ante cualquier rebrote que pueda surgir.
CP (efe, afp)