El pasado domingo se realizó una marcha ciudadana en varias ciudades de la república, convocada por organizaciones de la sociedad civil. Su objetivo era la defensa de la Corte Suprema de Justicia (SCJN) en virtud de los reiterados ataques del gobierno por las decisiones que ha tomado la suprema corte.
En la marcha que culminó en la plaza de la CDMX participó un buen número de personas con consignas y vítores a favor de México y la SCJN, exigiendo al gobierno respeto a las instituciones. Una expresión ciudadana bajo nuestras leyes. Un ejercicio del derecho a la libre manifestación.
En esa marcha el motivo fue la demanda, el reclamo, la presión, no la violencia. Las expresiones de la sociedad siempre tienen una razón, responden a una agresión, obedecen a un estímulo. Un gran número de mexicanos considera que los repetidos ataques a la SCJN son injustos y ofensivos, y muchos decidieron marchar para exigir que cesen.
La violencia está presente en las gradas de la SCJN desde el 24 de abril, cuando un reducido grupo de personas montó un plantón, con carpas y mantas, y carteles con mensajes ofensivos en las puertas del edificio. Las expresiones contra los Ministros, principalmente el Ministro Presidente, son evidentemente violentas.
La violencia marchó hacia la SCJN el 20 de mayo, encabezada por el gobernador de Veracruz, portando el féretro de la ministra Norma Piña. Las consignas contra uno de los Poderes de la Unión fueron extremadamente violentas. El hecho de que esta manifestación haya sido convocada -y pagada- por funcionarios públicos, aumenta su gravedad.
La violencia hizo acto de presencia en el zócalo de la CDMX el 18 de marzo, en una manifestación convocada por el Presidente. Seguidores de su movimiento prendieron fuego a una grotesca representación del ministro Piña, para regocijo de los manifestantes.
La violencia se ha institucionalizado en el ‘mañanero’ con los ataques facciosos e injustificados del Presidente contra las decisiones de la SCJN, que han declarado inconstitucionales medidas dictadas desde Palacio Nacional y aprobadas por los legisladores de mayoría oficialista.
En la marcha del domingo, un grupo de manifestantes acudió a la SCJN y exigió a los integrantes del plantón retirarse y quitar las pancartas ofensivas. Hubo «gritos y sombreros» y se intercambiaron golpes e insultos, hasta que la policía capitalina retiró el plantón y permitió bajar las mantas.
Cuando la autoridad -que debe velar por la convivencia pacífica de los ciudadanos- incita a sus seguidores, polariza posiciones, miente y utiliza irresponsablemente su posición de poder, está ejerciendo violencia, y puede provocar una espiral de reacciones que será difícil detener. Lo que pasó el domingo no pasó a mayores, pero fue un aviso.
Presidente, no se rasgue la ropa, asuma su responsabilidad.
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