«Esas historias que me contaron me rompieron el alma». Así lo dijo Salvatore Mancuso, excomandante de la organización paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), refiriéndose a uno de los capítulos más oscuros del conflicto armado colombiano, en su video aparición en un acto en memoria de las víctimas de desaparición en Juan Frío, un caserío en la frontera colombo-venezolana,
Esta localidad, ubicada en el departamento de Norte de Santander, fue testigo de uno de los episodios más brutales de la guerra en Colombia. Aquí, cientos de cadáveres de víctimas paramilitares fueron quemados en hornos crematorios, en un intento de hacer desaparecer cualquier evidencia de su muerte y, en última instancia, su existencia.
Estos hechos ocurrieron principalmente entre 1994 y 2004, la década del recrudecimiento de los enfrentamientos entre paramilitares, Ejército y grupos guerrilleros. Se estima que los paramilitares del Frente Fronteras del Bloque Catatumbo de las AUC, al mando de Jorge Iván Laverde, alias “El Iguano”, incineraron en los hornos a más de 500 personas. Pero precisamente por tratarse de un método para borrar todo rastro criminal, a día de hoy es imposible establecer una cifra exacta.
Ingenios azucareros convertidos en hornos crematorios
Se conoce la existencia de varios hornos. Además del horno “Trapiche Viejo” en Juan Frío, el periodista Javier Osuna ha logrado identificar un segundo horno en la finca Pacolandia, también ubicada en la frontera con Venezuela, en el departamento de Norte de Santander.
Históricamente, la región cultivó, entre otros productos, la caña de azúcar. Los que entonces eran molinos para procesar la caña para convertirla en panela, se convirtieron en hornos crematorios durante este episodio del conflicto armado. Los cadáveres que allí fueron incinerados procedían en su mayoría del municipio de Villa del Rosario, pero A medida que la práctica fue logrando invisibilizar el número de muertos y desaparecidos en el departamento, distintos sectores del Frente Fronteras y del Bloque Catatumbo trasladaron allí los cuerpos de sus víctimas para ser incinerados.
Salvatore Mancuso en su video comparecencia en el acto de reconocimiento a las víctimas de desaparición forzada en Juan Frío.
Borrar cuerpos, borrar memoria
Según Saúl Franco, médico y comisionado de la verdad, la gran cantidad de víctimas ocurridas durante este tiempo, por parte de paramilitares, también en complicidad con la fuerza pública, despertó gran preocupación en los organismos de seguridad del Estado. “Debido a la cantidad de cadáveres que había por todas partes, los líderes políticos comunicaron que era necesario eliminar estos cuerpos, no solo por una cuestión de imagen, sino porque implicaba mostrar la intensidad de la guerra”, afirma Saúl Franco en una entrevista. con .
Las organizaciones paramilitares encontraron entonces, como una de sus estrategias, la incineración. “El objetivo era reducir el impacto, digamos, social y mediático de tantos cadáveres desparramados y borrarlos definitivamente. Y este es un tema gravísimo, porque no se trataba sólo de eliminar al otro, sino de borrarlo prácticamente de memoria, de la realidad, del mundo”, dice el experto.
la justicia enrevesada
Algunos de los responsables han reconocido su responsabilidad y han pedido perdón en distintos actos de recuperación de la memoria histórica y de la verdad, en conversaciones entre víctimas y victimarios. Tanto Salvatore Mancuso como Jorge Iván Laverde, “El Iguano”, se han pronunciado abiertamente sobre su participación en los crímenes. Laverde fue procesado a través de la Ley de Justicia y Paz, un marco legal para miembros de grupos armados ilegales, y cumplió su condena de ocho años. Salvatore Mancuso, extraditado a Estados Unidos por narcotráfico, se encuentra recluido en una prisión estadounidense y actualmente comparecer ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para ser acogidos en ella y recibir los beneficios de esta justicia transicional.
Si bien testimonios como los de los jefes paramilitares tienen un gran valor para la sociedad, la justicia y el esclarecimiento, en muchos casos ha reinado el silencio y la impunidad, comenta Iván Cepeda, Senador de la República por el Polo Democrático Alternativo. Los grupos paramilitares «no actuaron solos, sino como parte de una estrategia conjunta muy armonizada y articulada con el Ejército», dijo a el político y defensor de derechos humanos. “La Fuerza Pública no solo estaba al tanto de que estos hechos estaban ocurriendo, sino que también buscaba encubrirlos. Y de alguna manera fueron cómplices de esa acción”.
complicidad e impunidad
Luchar contra esta impunidad, reconocer la relación directa de complicidad entre los paramilitares y el Estado es, para el periodista Javier Osuna, un primer paso para desarrollar un proceso digno de reparación de las víctimas. Aparte de eso, habría que «ofrecer garantías reales que permitan construir la memoria y la verdad», dice Osuna, que ha documentado los casos de los hornos crematorios en dos libros. El periodista dice que es también la presencia actual de actores armados en la zona lo que impide que estos procesos de reconstrucción de la paz continúen y conviertan estos lugares en lo que deberían ser hoy: espacios de memoria.
Es probable que las declaraciones de Salvatore Mancuso ante la JEP arrojen nueva luz sobre este oscuro capítulo de la historia colombiana porque, a pesar de todos los esfuerzos previos, según el comisionado Saúl Franco “hay verdades que aún no se pueden saber”.
(es)