Las autoridades chinas creen que en EE.UU. algunos “han llegado al punto de perder la cabeza” para salvar su “hegemonía unilateral”, en respuesta a la nueva imposición de aranceles anunciada ayer por Joe Biden. Valorado en 18.000 millones de dólares, pretende proteger la industria estadounidense gravando todo, desde los coches eléctricos chinos -que soportarán un arancel del 100%- hasta su acero y aluminio -un 25%- o sus semiconductores -un 50%-.
La batalla comercial es vista desde Beijing como un “caso típico de acoso”, lo que demuestra una “pérdida de confianza en sí mismo” y que está “fuera de sí”, afirmó este miércoles el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi. El representante ha pedido que otros países también condenen los aranceles, asegurando que “en este momento crucial de la recuperación económica, la comunidad mundial debería decirle a EE.UU. que deje de crear nuevos problemas”.
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Los aranceles han sido vistos como una respuesta al desembarco a gran escala de productos chinos que minan la competencia y abaratan los precios, al estar altamente subvencionados en origen, siempre según Washington. Es algo que se ve especialmente en el caso de los coches eléctricos, que son más baratos que sus homólogos norteamericanos y europeos.
El Ministerio de Comercio chino aseguró en un comunicado este martes que «tomará medidas decisivas para salvaguardar sus propios derechos e intereses». Los nuevos aranceles anunciados también incluyen baterías, paneles solares y minerales críticos. Es la culminación de una revisión de los aumentos arancelarios de su predecesor Donald Trump, ninguno de los cuales fue revertido.
En respuesta a los aumentos arancelarios de Trump a partir de 2018, Beijing ha intentado un enfoque de ojo por ojo, tratando de igualar el tamaño y alcance de las medidas estadounidenses, pero los analistas esperan una respuesta más limitada esta vez. Esto evitaría una mayor escalada y, de paso, no sería uno de los focos de la campaña presidencial.
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