“Los usuarios habituales y problemáticos de sustancias psicoactivas constituyen una población de alto riesgo en el contexto de la pandemia”, dijo a la AFP Luis Alfonzo, asesor sobre consumo de drogas de la OPS.
La incertidumbre sobre la enfermedad, los confinamientos para prevenir el contagio, el cierre de escuelas, lugares de trabajo y de entretenimiento, la pérdida o deterioro del empleo y la crisis económica en general, aumentan la predisposición al consumo de sustancias como mecanismo de supervivencia, explicó.
Estas no son las únicas circunstancias asociadas a los problemas de consumo de drogas en el contexto de la pandemia.
Alfonzo mencionó la alteración de la cadena habitual de tráfico y comercialización de las sustancias, algo señalado por las autoridades argentinas en relación con el reciente envenenamiento masivo.
Por otro lado, la escasez de algunos medicamentos puede traducirse en crisis de abstinencia y el consumo solitario puede derivar en sobredosis graves, cuya atención inmediata puede verse dificultada por la sobrecarga a la que ya se enfrentan los servicios de urgencias por la COVID-19.
Otro factor, destacó, es la promoción del consumo de sustancias a través de campañas de desinformación, que atribuyen efectos beneficiosos o protectores al alcohol, el tabaco o el cannabis frente a la COVID-19.
«Gran vulnerabilidad»
“El consumo de drogas es una conducta de riesgo, asociada al desarrollo de un trastorno de dependencia, pero no solo”, subrayó Alfonzo.
Las infecciones, las alteraciones de órganos y sistemas, los trastornos mentales y neurológicos, los problemas cardiovasculares y metabólicos, las lesiones y las intoxicaciones, son “otras graves consecuencias”.
Y al ver reducida su respuesta inmunológica, los usuarios de sustancias psicoactivas tienen «una mayor vulnerabilidad y una mayor probabilidad de morir y enfermarse que el resto de la población, por cualquier causa y también por la COVID-19», explicó Alfonzo.
“Los fumadores, de tabaco y también de otras sustancias, como marihuana, cocaína fumable, entre otras, tienen mayor riesgo de contraer el coronavirus y sufrir complicaciones, sumado a las dificultades para seguir un esquema de vacunación o tratamiento”, agregó.
Reducción del daño
En América Latina y el Caribe, 17 millones de personas entre 15 y 64 años consumieron drogas en 2018 y se proyecta que 19 millones lo hagan para 2030, según el Informe Mundial sobre Drogas 2021 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito ( ONUDD).
“Esto podría aumentar la carga asociada con los trastornos por uso de sustancias en los sistemas de salud de la región, que se concentra de manera desproporcionada en los países de ingresos bajos y medianos”, advirtió la OPS en diciembre, al lanzar un plan para mejorar las capacidades nacionales para responder a este problema.
El proyecto, que brinda apoyo técnico a Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guyana, Jamaica y Panamá, busca desarrollar programas para abordar el consumo de drogas desde un enfoque de salud pública.
¿La OPS apoya las iniciativas de pruebas de drogas para que los consumidores sepan lo que están tomando?
Según Alfonzo, “se deben tomar medidas efectivas, basadas en la evidencia, para evitar o reducir la posibilidad de ocurrencia de eventos adversos asociados al consumo”.
“Algunas medidas que pueden resultar controvertidas, como la distribución de material estéril para inyección, pruebas analíticas para la identificación de sustancias o salas de inyección seguras, tienen una lógica dentro de la salud pública, porque están dirigidas a reducir o evitar la posibilidad de enfermar y morir», dijo.
“Sin embargo, no todos son aplicables en todos los contextos y deben ser evaluados por quienes en cada país son responsables de definir las políticas de salud”, señaló.