El expresidente de centroizquierda José María Figueres lidera las preferencias con un 17%, seguido un poco más abajo por el socialcristiano Lineth Saborío, con un 13%.
Escoltados de cerca en las preferencias se encuentran el evangélico y conservador Fabricio Alvarado, con 10,3%; el economista de derecha Rodrigo Chaves, con 8,2%; y el izquierdista José María Villalta, con el 7,6%.
En los últimos días, Eli Feinzaig, también de derecha, apareció con el 5,7%, según encuestas del Centro de Investigaciones y Estudios Políticos (CIEP-UCR) y la empresa privada Demoscopia.
“Espero que los que ganen realmente piensen en la gente y no en ellos mismos”, dijo la jubilada Mayra Sánchez, de 77 años, quien acudió a votar temprano en el Liceo de Moravia, en el cantón Moravia de San José.
El descontento que denotan sus palabras se traduce en el aumento progresivo del abstencionismo, que ha crecido desde la elección presidencial de 2010, alcanzando el 34,3% en 2018.
Para esta nueva elección, los expertos esperan un porcentaje similar.
Para los analistas, la gran cantidad de candidatos es también reflejo de un país que, a pesar de su estabilidad, sufre una enorme desconfianza política.
“Nadie está garantizado en la segunda vuelta. Hay un gran porcentaje de votantes que decidirá en el último momento (31,86% indecisos, según CIEP-UCR). Es difícil plantear escenarios, pero creo que habrá dos propuestas antagónicas», dijo. la politóloga Gina Sibaja.
Uno de los escenarios en la papeleta podría enfrentar a los partidos tradicionales: el Partido Liberación Nacional (PLN), de centroizquierda, de Figueres –presidente en 1994-1998–, y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), de centroderecha, de Saborío –vicepresidente en 2002-2006–.
Esto devolvería al país el bipartidismo del siglo XX, que se rompió con la victoria del Partido Acción Ciudadana (PAC), que gobernó los últimos ocho años pero hoy es impopular y no tiene posibilidades de victoria.
El candidato Figueres es hijo del expresidente José Figueres Ferrer, que abolió el Ejército en 1948.
Conocido por ser el primer país de América Latina en el ranking mundial de felicidad 2018-2020 y su activismo ambientalista, Costa Rica ve opacada su alegría por una severa crisis financiera y social.
“Votar es el arma más importante que tenemos para resolver todos los problemas, no nos podemos quejar después si no estamos aquí votando. Tenemos que resolver la pobreza y crear empleo para la gente”, dijo el votante Francisco Zeledón, de 35 años, primero en su colegio electoral en San José.
El desempleo (14,4% en 2021), la pobreza (23% en 2021) y una economía con una deuda pública equivalente al 70% del PIB encendieron las alarmas de los organismos multilaterales.
La situación empeoró con la pandemia del covid-19, que golpeó duramente al turismo, uno de sus principales motores.
Además, en los últimos 13 años, dos expresidentes enfrentaron juicios por corrupción (uno fue condenado) y en 2021 estallaron dos casos de irregularidades millonarias en el sector de obras públicas, con ministros involucrados.
Para Figueres, la sobreoferta de opciones y el alto porcentaje de indecisos “es un reflejo de esa frustración que se ha ido acumulando”.
“Si lo que se piensa es que uno va a encontrar un jardín de rosas, eso no va a ser en este gobierno (…) Costa Rica está en momentos de crisis social, económica y política”, dijo por su parte la candidata. Sabor.
La única certeza del proceso electoral costarricense es la segunda vuelta, lo que permite a los analistas sacar otro tipo de conclusiones.
“Dos candidatos que no lleguen al 20% avanzarán. Es decir, no llegarán ni al 40% necesario para evitar la segunda vuelta. Eso obliga a una intensa renegociación con los demás partidos. Habrá alianzas inesperadas”, explicó el analista político. Alejandro Solano.
“Podemos garantizar que para la segunda vuelta habrá alianzas en todas partes. Los medios y la ciudadanía tienen la obligación de exigir transparencia en estos acuerdos”, reiteró Sibaja, politólogo.