Ronald Reagan contó la siguiente anécdota. Estuvo el 1 de mayo en Moscú al lado de Leonid Brezhnev, líder de la Unión Soviética (URSS) y secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la URSS hasta 1982. Ambos estaban pasando revista durante el desfile delante nada menos que de Mausoleo de Lenin. Todo el poderío militar de la Unión Soviética en la Plaza Roja y nada menos que frente al presidente de Estados Unidos.
Reagan observó que los batallones de tropas de élite circulaban primero según le fueron explicados. Eran soldados imponentes, todos de seis pies de altura y marchando con sincronización olímpica.
Pronto llegaron falanges de cañones y tanques de último modelo. Luego los misiles nucleares. Finalmente una fila de seis o siete civiles, todos desaliñados, mal vestidos y fuera de lugar.
Ante eso, un asesor se acercó a Brezhnev. Hizo un gesto de no entender quiénes eran y de pedir perdón. «Camarada secretaria, mis disculpas, no sé quiénes son estas personas ni cómo llegaron a nuestro desfile».Reagan se enteró más tarde de que se lo había dicho al secretario general.
«No te preocupes, camarada —Respondió Brezhnev—. Soy responsable. Son nuestros economistas y no os podéis imaginar el daño que pueden causar”.
Reagan confirmó en ese momento su desconfianza hacia los economistas, principalmente aquellos que representaban una interferencia en el mercado como los del Kremlin. «Ellos son los que presionan los botones». De hecho, el estadounidense creía que la forma en que la Unión Soviética podría caer en el futuro sería aumentando el peso del Estado.
La relación político-económica en torno a un presidente casi siempre ha sido tenso. Hay un ejemplo en Estados Unidos y otro a nivel local.
Cuando Franklin Roosevelt se reunió en Estados Unidos con John Maynard Keynes, el famoso economista inglés, el presidente estadounidense dijo que lo había encontrado “más matemático que economista político” y no entendí eso “Existe un límite práctico a lo que puede hacer el Gobierno”.
“Para mí, arrojaría una granada aquí”.Jaime Durán Barba dijo mitad en gracia y mitad en serio antes de una presentación del plan económico de Mauricio Macri -elaborado por sus economistas- en el NH Diagonal Norte, tal como lo retrató Hernán Iglesias Illa en su diario de campaña Cambiamos. Fue en 2015. El ecuatoriano dijo que un plan económico dramático “genera un quilombo enorme” y se mostró en contra de correcciones abruptas en las tarifas energéticas. Con ese diagnóstico, el gobierno de Macri inició su gobierno abrazando una corrección gradual del déficit fiscal que había heredado de Cristina Kirchner. El expresidente, años después, escribió en sus memorias que lamentaba no haber hecho un ajuste mayor desde el inicio.
Más aquí hoy y siguiendo con el caso argentino, el ex Presidente Kirchner confirmó esta semana que las políticas de ajuste muchas veces desestabilizan a los gobiernos. “Las fuerzas políticas, en diferentes etapas, obtuvieron una fuerza propia que les infundió un aire fundacional, No pudieron terminar sus mandatos. cuando no lograron darle a la sociedad la calidad de vida que demanda”.
Los economistas a veces exponen a un presidente, como dio a entender Brezhnev. Reagan lo sabía. Cristina lo exagera. ¿Y Milei?
El actual presidente argentino, al hablar de economía, citó en varias intervenciones el concepto de equilibrio general walrasiano, mostrando la interdependencia de todas las variables y mercados. Por supuesto, en la práctica esto puede no funcionar. El ex Ministro de Economía Juan Sourrouille dijo una vez que sin la existencia o unicidad de las posiciones de equilibrio general –algo que el enfoque de equilibrio general presupone– todo lo que los economistas saben se desmorona. “Entonces los economistas No tenemos la solidez que asumen las personas que no nos conocen. Y al mismo tiempo, tenemos solidez en áreas que la gente no imaginaque no os podéis imaginar, que son de nuestra formación”.
Milei, sin saberlo, coincide con esto del ex ministro cuando le respondió a Cristina Kirchner esta semana de la siguiente manera: «La economía no es una ciencia exacta; el hecho de que utilicemos las matemáticas no le da crédito para ser considerada una ciencia exacta. Si dejas de emitir, tarde o temprano vas a exterminar la inflación. Por mucho que no le guste a Cristina Kirchner, la inflación es siempre un fenómeno monetario «que se genera a causa de la excesiva oferta de dinero».
William McChesney Martin, presidente de la Reserva Federal en la década de 1950, solía decir: “Tenemos 50 econometristas trabajando en la Reserva. Todos están ubicados bajo tierra y hay razones para estar allí: hacen buenas preguntas, pero están en el sótano porque no conocen sus propias limitaciones y tienen un mayor sentido de confianza en sus análisis de lo que creo que es necesario”.
La historia y sus entusiasmos lo demuestran.
Con información de: Telam, AF News y OpenAi