Los artistas principales de la última edición del Primavera Sound Buenos Aires fueron los conjuntos británicos The Cure y Blur.
Más allá de diferencias generacionales y estilísticas (el primero marcó los años ’80; el segundo, los ’90), ambos se destacaron por la duración de sus respectivos shows. Robert Smith y su banda se mantuvieron en el escenario durante dos horas y 33 minutos; mientras que Damon Albarn y los suyos, una hora y 44 minutos. Una gran diferencia a favor de los primeros.
Sin embargo, en las redes sociales se generó mucha discusión sobre si es efectivo extenderse tanto en el tiempo en el marco de un festival que comienza temprano y exige una entrega física y sensorial extrema, incluso llegando a ser percibido como un desprecio por parte de los organizadores. Sorprendentemente, no hubo críticas hacia Blur por su show más corto.
El agotamiento acumulado es un tema que se privilegia en los análisis posteriores a un festival, y a veces se prioriza por encima de los caprichos artísticos de una banda como The Cure, que ha mostrado diferentes facetas a lo largo de más de 40 años de historia.
En la lógica de los festivales, hay señalamientos hacia los artistas principales que trascienden los estándares de tiempo, y ningún reproche hacia aquellos que se muestran pragmáticos.
Sin embargo, el pragmatismo cambia cuando se trata de un único show, como sucedió con Red Hot Chili Peppers el pasado fin de semana en River Plate, donde recibieron quejas por haber tocado menos de dos horas. Para algunos usuarios de redes sociales, esos minutos no fueron suficientes y no estuvieron a la altura de las expectativas generadas desde que se anunció el concierto.
Ante la pregunta de cuánto tiempo debería tocar una banda de cierre en un festival, la respuesta más precisa sería «lo que les parezca», demostrando que hay artistas que están más allá de cualquier tipo de restricción.
Sin embargo, para que la experiencia sea disfrutable para el espectador, es importante tener información sobre las preferencias del artista para no llegar a la cita agotado o con sueño.
En este formato de entretenimiento, es posible sufrir la música en lugar de disfrutarla, como señala el periodista español Nando Cruz en su libro «Macrofestivales». En este ensayo, Cruz describe estos eventos como un «agujero negro» establecido como una forma de «hiperconsumo ultracapitalista».
En una entrevista con Europa Press, Cruz recordó una anécdota en la que se quedó dormido en un festival justo cuando estaba tocando una de sus bandas favoritas. En ese momento, pensó que era su culpa por estar débil, pero luego se dio cuenta de que había fallas en la forma en que se nos propone consumir la música.
Esta anécdota describe perfectamente lo que le sucedió a algunos durante el show de The Cure el pasado sábado 25 de noviembre. Si no habías visto a la banda desde 1987 y no volviste a verla en 2013, habían pasado 36 años sin verlos; si volviste a verlos en 2013 o fue tu primera vez, habían pasado 10 años desde la última vez que los viste. En cualquier caso, la expectativa de ver a una banda icónica como The Cure era enorme.
No puedes permitirte llegar agotado cuando se trata de la primera vez que ves a The Cure en el país en el marco de un festival con varios escenarios y un programa extenso. Si estás cansado, es posible que no puedas disfrutar plenamente de la experiencia de sumergirte en su música oscura y desasosegante.
Los macrofestivales de música obligan a los espectadores a pensar en las consecuencias de cada acción que toman. ¿Espero una hora por una hamburguesa y me pierdo a un artista importante? ¿Como algo antes de ir? ¿Confío en el transporte público? ¿Prefiero ver a los artistas principales en lugar de explorar otros escenarios?
Cada persona conoce sus límites y preferencias, por lo que es importante llegar al festival con estas cuestiones resueltas.
En resumen, la duración de un show en un festival depende del capricho del artista, pero es esencial conocer sus preferencias para poder disfrutar plenamente de la experiencia.