Ya es constante y todo el tiempo. Pero eso no lo hace peculiar, sino que se disfraza de defensa de la libertad de expresión. Junto al golpe contra las instituciones y al golpe electoral, ambos ya en marcha, el gobierno lleva a cabo otro. Esto es un duro golpe para los medios.
El gobierno de López Obrador y no pocos corifeos se vacunan y dicen que es al revés, atacados desde los medios hacia la 4ta. Puro engaño.
Y bueno, también están los beneficios que el propio Presidente de la República otorga a los dueños de medios y conductores. Ese hombre que finge no entender que su palabra no tiene el mismo peso que la de Salinas Pliego, Jaime Azcárraga o Alejandro Junco, por mencionar tres nombres (por no hablar del de un reportero común y corriente). El presidente llama “panfletos” a los periódicos, y sus dueños son oligarcas, conservadores, traidores, y nadie –¡ni siquiera los propios medios!– dice nada. Todas estas expresiones han pasado a formar parte del repertorio habitual del Palacio; del viaje; de los amigos moneros de AMLO; y un etcétera cada vez más largo.
Luego las presiones, los chantajes, las exigencias del poder hacia casi cualquier medio de comunicación que afectan su vida cotidiana, su gestión, su línea editorial, su existencia misma.
Como si todo lo anterior fuera poco, el régimen no mueve un dedo –ni siquiera uno– para defender a los periodistas y al periodismo “serio”. En todo caso, todo lo contrario. Y luego no sorprenden los 40 periodistas asesinados durante el actual sexenio o los más de 3.000 ataques violentos a la prensa (artículo 19).
Sé bien que el gobierno no ha perpetrado directamente estos hechos (o parte de ellos; ¡menos mal!), pero ha tolerado e incluso incitado al desprecio hacia los profesionales de la información.
Piénselo un momento: la palabra emitida por López Obrador en su mañanera, que poco o nada tiene de “diálogo circular”, acompañada de corifeos del régimen que repiten preguntas como forma de presumir al orador, se ha convertido en la máxima expresión. del “periodismo” en México. Quienes participan son los primeros que con sus genuflexiones y actitudes golpean a los medios y al oficio de informar de manera correcta y oportuna.
Y el golpe no acaba ahí. Continúa con más de 130.000 mentiras arrojadas desde el púlpito presidencial en estos cinco años. La verdad no es válida, se argumentan “otros datos”. Imposible saber su origen ya que no existe.
Por si fuera poco, en el programa matutino existe la sección «quién es quién en las mentiras», que básicamente consiste en criticar a los medios, periodistas y formadores de opinión y a todo aquel que muestre pruebas que desenmascaren al Emperador de Palacio.
Y la razón fundamental para mencionar todo lo anterior es que las declaraciones de los funcionarios (comenzando por el presidente) NO reemplazan los procesos formales de acceso a la información, aunque eso les encantaría. No en vano es la intensa ofensiva contra quienes informan y también contra organismos autónomos como el INAI que pueden brindar información real sobre la evolución del gobierno. Sí, el “No les pago para que me peguen” de López Portillo en su versión 4t incluye ahora vilipendiar a los medios, inventar epítetos y negar cifras.
Incluso va más allá. La diferencia entre periodismo y radiodifusión es la medida que López Obrador considera entre periodismo conservador y buen periodismo. Así, la propaganda abierta de la 4t, con reportajes por consignas, columnas al unísono contra determinada persona o hecho (se quejan sólo cuando eso sucede, raras veces, contra el gobierno), sean los hechos reales o ficticios, demuestran que hoy la El régimen no sólo tiene plumas, sino también medios a su favor y otros totalmente controlados por él.
Antes el Canal 11 era un canal cultural con información y ahora es una caja de resonancia para las voces del régimen. Notimex finalizó con el pretexto de que la conferencia de propaganda de López Obrador fue suficiente y más que suficiente. Los halagos y las mentiras NO son periodismo. La coba excesiva y el silencio sobre los problemas del país tampoco es periodismo.
El golpe de la 4T a los medios ya no es sutil, sino absoluto.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
COLABORADOR
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
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