Elecciones en España: la cuadratura del círculo

Cuando Angela Merkel acordó con Gerhard Schroeder el gobierno de la “gran coalición”, lo hizo para no tener que cogobernar con la ultraderechista AFD (Alternativa para Alemania). En los siguientes términos, también hubo una asociación entre los conservadores demócrata cristianos de Merkel y los socialdemócratas, más tarde liderados por Martin Schulz y Olaf Scholz.

Los dos grandes partidos de centro entendieron la prioridad de defender la democracia alemana del peligro que suponía la irrupción de un partido neonazi y Die Linke, un partido marxista.

El antecedente de una gran coalición es el gobierno compartido por el conservador Kurt Kiessinger y el socialdemócrata Willy Brandt en la década de 1960, para abordar conjuntamente medidas económicas que eran a la vez necesarias e impopulares.

Cuando la necesidad es ley

Cuando se trata de situaciones excepcionales que implican riesgos para la democracia o para el país y la sociedad, los británicos también tenían gobiernos compartidos. David Lloyd George co-gobernó durante la Primera Guerra Mundial, una experiencia que se repitió en la década de 1930 para hacer frente a la Gran Depresión, y durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Winston Churchill convocó al laborista Clement Attlee para que fuera su viceprimer ministro.

“¿Cuál será nuestra política? Hagan la guerra por tierra, mar y aire… Hagan la guerra contra ese monstruoso tirano, lamentable catálogo de crímenes humanos”, dijo Churchill al presentar a su gobierno en asociación con el Partido Laborista en la Cámara de los Comunes. Fue el discurso que incluyó el pedido de «sangre, sudor y lágrimas», precisamente para enfrentar a la Alemania nazi.

Cuando el peligro para los británicos vino de la presión del Partido Independiente liderado por Nigel Farage y los euroescépticos de su propio partido, el primer ministro conservador David Cameron co-gobernó con el Partido Liberal Demócrata (PLD), liderado por Nick Clegg, aunque su intento finalmente fallido. para evitar el Brexit.

El gobierno imposible

Los líderes del centroderecha y del centroizquierda españoles también deberían priorizar la necesidad de salvar el centro, que es el mejor resguardo de la democracia y la Constitución.

Si lo hicieran, Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez intentarían formar el gobierno que nunca ha tenido España: una gran coalición entre el PP y el PSOE.

Núñez Feijóo hizo un guiño al tradicional adversario del PP, pero solo cuando entendió que su victoria en las presidenciales es la cuadratura de un círculo.

Lo primero que intentó fue unir el agua y el aceite, algo que, por cierto, no funcionó. Aunque no lo confesó públicamente, Núñez Feijóo estaba dispuesto a cogobernar con Vox a cambio de los votos del partido de Santiago Abascal para su investidura. Pero como esa fuerza ultraderechista se derrumbó en las urnas, perdiendo 19 escaños, su apoyo parlamentario no es suficiente.

Así, el PP intentó sumar partidos regionales cercanos al centro, como el PNV y Coalición Canaria, y se encontró con lo que era de esperar: ningún partido regional apoyaría un Gobierno que incluya a Vox, porque este es el heredero del falangismo. , una ideología ultranacionalista impulsada por José Antonio Primo de Rivera, quien impulsó el centralismo castellano que caracterizó a la dictadura franquista.

Para un partido vasco, como el PNV, apoyar la investidura de un gobierno en el que está Vox resuena en la memoria histórica como pactar con los herederos de quienes ordenaron el bombardeo de Guernica. Y partidos como Coalición Canaria no impulsarían un Gobierno que ponga en riesgo las autonomías.

El PP ganó las elecciones, pero para formar gobierno es imprescindible el apoyo de Vox y otros partidos que nunca se mezclarían con esa fuerza ultraconservadora.

El dilema de Pedro Sánchez

Sin embargo, lograr la investidura tendría un alto precio político y moral para Pedro Sánchez. En primer lugar, por romper la tradición de la democracia española: el gobierno debe estar encabezado por el partido con más votos, aunque luego tenga que vérselas con parlamentos adversos.

Con esta norma, que no es una ley, llegaron al poder Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y el propio Sánchez. Pero el actual líder del Psoe se tienta con una suma de pocos escrúpulos: negociar el apoyo de Esquerra Republicana, que le pedirá a cambio un referéndum para Cataluña, y de Junts Per Cat, que pedirá el indulto a Carles Puigdemont, además apoyar polémicas como la de Bildu, descendiente de Herri Batasuna, antiguo brazo político de ETA, y la de la Coalición Nacionalista Gallega, que propone sacar Galicia del reino español.

Una cosa es agregar ese apoyo para la aprobación de leyes y otra es agregarlas para lograr una investidura.

Es posible que el Psoe se resquebraje si Sánchez lo somete a tales tensiones. Pero el actual presidente también parece más dispuesto a salvar su poder con pactos oscuros que pactar lo que pide la democracia española para salvar al centro de los márgenes ideológicos que representan la extrema derecha y los partidos separatistas.

* Periodista y politólogo

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