La energía representa la mitad del 10% promedio del índice de precios. Es un costo que ha aumentado debido a la guerra en Ucrania.
Los europeos están pagando las facturas de electricidad y calefacción a niveles récord. La energía también explica prácticamente la mitad de la inflación que se acerca al 10%, una tasa no vista en el viejo continente en más de cuatro décadas.
La guerra en Ucrania es parte de la explicación, pero el mercado eléctrico europeo lo agrava porque está regulado de tal manera que la energía más cara que se utiliza para generar electricidad es la que fija el precio de todos los megavatios.
Con los precios del gas por las nubes, decenas de millones de europeos ven facturas de electricidad y calefacción multiplicado por tres o cuatro respecto a otros años y la industria asume costes que perjudican su competitividad hasta el punto de que la patronal europea, Business Europe, advierte que o se toman medidas o el continente se desindustrializa.
La situación llegó a tal punto que las últimas reticencias de los defensores del libre mercado (eléctrico en este caso) han cedido en las últimas semanas.
La cumbre europea sentó las bases para la intervención en ese mercado que tendrá lugar en los próximos meses. Faltan reuniones y acuerdos técnicos, pero la señal política se dio en la madrugada del jueves al viernes en Bruselas. El tabú de la no intervención en un mercado liberalizado en los años 90 del siglo pasado fue barrido debajo de la alfombra.
Alemania había estado prácticamente sola en su negativa y el viernes por la mañana tuvo que ceder. La presión sobre los alemanes había llegado a un punto de ebullición cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo, al entrar en la sede del Consejo Europeo en Bruselas, que “No es bueno, ni para Alemania ni para Europa, que Alemania esté aislada”.
El acuerdo alcanzado con pinzas antes del amanecer del viernes propone dos medidas temporales, a aplicar antes de fin de año, y varias otras para 2023. Todas las medidas esperarán a que la Comisión Europea realice informes de impacto que deberían estar listos en unos pocos semanas.
La primera medida será establecer una banda de precios dentro de la cual los europeos pagarán el gas importado. Ni un euro más. La banda se hará de manera que «limite inmediatamente los episodios de precios excesivos». Europa pagará un máximo por el gas importado que puede moverse ligeramente hacia arriba o hacia abajo para seguir, un poco por encima, los precios en los mercados mayoristas asiáticos. Este es un intento de evitar que los suministros de gas se desvíen a China.
Los gobiernos también pidieron a la Comisión Europea que diseñe la extensión a toda Europa de un mecanismo que España y Portugal utilizan desde junio. Fijan un precio máximo al que se paga el gas, para que no contamine la formación de precios, y compensan a las plantas de generación con mayores costos de producción.
Fuentes comunitarias calculan que este mecanismo ha servido para recortar las facturas de la luz en España y Portugal en casi un 30% y eliminar al menos un 20% de la inflación.
Además de estas dos medidas temporales, que no tendrían vocación de subsistir más allá de esta crisis, el 27 encargó a la Comisión Europea diseñar un nuevo índice de referencia de los precios del gas para dejar de utilizar el actual, el TTF holandés.
Su principal defecto es que está hecho para un mundo en el que la gran mayoría del gas que llegaba a Europa lo hacía por gasoducto y no tiene en cuenta el precio del gas que llega por metaneros, que está al alza.
Otra medida que llegará para quedarse será la de hacer compras conjuntas de gas. La participación en esta central de compras será voluntaria “salvo demanda agregada obligatoria con un volumen equivalente al 15% de las necesidades para llenar los depósitos”.
A partir de ahí, cada uno podrá comprar por su cuenta lo que considere oportuno. Las compras conjuntas intentan que los países proveedores no jueguen al «divide y vencerás» con los europeos, como intentó hacer Argelia con Italia y España.