El espaldarazo que volvió a dar el presidente López Obrador al fiscal general, Alejandro Gertz Maneropara él caso ayotzinapano cancela los resultados insignificantes de su gestión.
Para empezar con muchas expectativas y el encarcelamiento de la exsecretaria rosario robles en 2019; del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austinen 2020 y, finalmente, a partir de Jesús Murillo KaramEl pasado mes de agosto, el cierre de 2022 va dirigido a los tres, con las particularidades de cada caso, dándose a conocer.
Después de cuatro años de gestión, ningún caso ha terminado con sentencias y, de hecho, todavía están en proceso. La Fiscalía General de la República (FGR), no logra tener archivos sólidos y por su fragilidad puede ser proclive a la negociación como ya ha sucedido en asuntos de alto perfil mediático como el del empresario Alonso Ancira Elizondo.
Precisamente, Emilio Lozoya comparecerá en breve para ofrecer reparación por los daños causados por el caso Agronitrogenados, renovando la posibilidad -por lo demás, latente desde hace meses- de recuperar su libertad, en el peor de los casos, enfrentando cargos pendientes fuera de prisión como Rosario Robles. ya lo hace
A estas alturas, nadie puede dudar de las deficientes estructuras que la FGR heredó y no ha podido desterrar, ni de la incapacidad de las fiscalías y su personal para integrar los casos procesables, pero quizás un factor haya incidido en el desempeño de la fiscalía: la prisa en armar carpetas que pueden tener motivaciones políticas.
La razón para considerar este factor como una de las posibles razones del fracaso es precisamente el apoyo del presidente López Obrador a Gertz Manero, en el que, más o menos, explicó que estuvo directamente involucrado en la decisión de encarcelar a Jesús Murillo Karam, anunciando que no Fue una rebelión interna en la FGR.
Y es que, el hecho de que el presidente admita que influyó directamente en una decisión de la FGR -que es formalmente autónoma- para precipitar una acción de alto perfil como la detención de Murillo, parece ser un signo distintivo de toda la 4T. : apresurar las acciones sin importar cómo. El resultado es lo que se ve.
El tema es importante. López Obrador cifró su oferta política y el éxito de su gobierno en erradicar la corrupción. De hecho, el pasado es el soporte de su discurso pero es discurso sin más, porque en los crímenes del pasado no hay justicia y en los de su gobierno no hay espacio de voluntad para admitirlos y, muchas veces, ni siquiera les preguntes.
Quizás algo se pueda reconocer en López Obrador: es el hecho de que su discurso grosero ha estigmatizado la corrupción, generando una condena moral en el espíritu de una sociedad que tuvo el enriquecimiento ilícito, se normalizó y hoy motiva su indignación.
Es un logro cultural inobjetable, pero no es justicia.
POR ARTURO RODRIGUEZ GARCIA
COLABORADOR DE RADIO HERALDO
@ARTURO_RDGZ
MAAZ
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