La fusión de la computación cuántica y la inteligencia artificial es un campo emergente que permite expresar cálculos complejos a velocidades extraordinarias. Una startup argentina encontró la fórmula para vincular estos dos principios en un contenedor digital.
El resultado de la alianza entre software y hardware es la IA cuántica, considerada la llave maestra que abrirá las puertas de la IA Generativa para dar el salto a la IA General (AGI), un sistema autónomo que superará las capacidades humanas.
La firma /q99, a través de tecnología propia, hace posible que cualquier propuesta acceda a la hiperinteligencia (HYPERSMART), basada en la captura e integración de computadoras cuánticas, Big Data y modelos de IA.
“Nuestro primer desarrollo es un motor que captura y sincroniza enormes cantidades de datos internos y externos con modelos de inteligencia artificial y potencia de computación cuántica. Una vez entrenados, estos sistemas pueden gestionar cualquier proceso de forma más rápida, eficiente y sofisticada que el mejor software del mercado”, explica Facundo Díaz, CEO de /q99.
La gran limitación tecnológica
El mayor obstáculo de computación binaria Es la dependencia de los microtransistores para seguir acumulando energía. A pesar del impulso de algunos fabricantes, como NVIDIA, la capacidad informática tradicional se está quedando atrás.
“La IA tal como la conocemos opera estadísticamente, generando conclusiones con datos de lo que encuentra en la web. La IA cuántica es probabilística, esto significa que no sólo va hacia atrás para buscar información, sino que modela hacia adelante y a partir de ahí deduce la mejor solución para cada incógnita”, afirma Díaz.
Por tanto, la convergencia entre ambas tecnologías es totalmente disruptiva, porque puede hacer evolucionar radicalmente la IA, dotándola del poder necesario y de la capacidad de resolver rompecabezas.
El secreto del cambio está en la velocidad, ya que, en teoría, estas máquinas pueden resolver en 600 segundos Cálculos que a un ordenador tradicional le llevarían 1.000 años. Algo que en la jerga se conoce como supremacía cuántica.
«Para alcanzar este techo, será necesario que las computadoras cuánticas puedan seguir funcionando sin errores». un millón de codos. Hoy estamos lejos de esa marca, pero es una revolución que puede darse en los próximos 3, 5 o 10 años”, advierte Díaz.
Cuando esto suceda, absolutamente todo lo conocido cambiará, porque las máquinas tendrán capacidad ilimitada para procesar y analizar grandes volúmenes de datos.
“Esto traerá miles de soluciones a problemas, como curar enfermedades crónicas, revertir el cambio climático, desarrollar nuevos materiales y formas alternativas de energía”, añade el director general de /q99.
Un paso por delante de las supercomputadoras
A medida que se desarrollan circuitos más pequeños y se superan los límites de los materiales, se alcanza la frontera de las leyes clásicas de la física. A partir de este umbral se entra en el mundo cuántico.
“La computación cuántica opera de manera no lineal y su paradigma se basa en la probabilidad. Los qubits son herederos de la física subatómica y sus partículas pueden alcanzar múltiples estados simultáneamente. En comparación con las máquinas clásicas, alcanza una potencia muy alta”, explica Facundo Díaz, director general de /q99.
Uno de los retos a los que se enfrenta la IA cuántica es el desarrollo de hardware escalable y la creación de algoritmos adaptados a este procesamiento. Aunque se han logrado avances significativos en los últimos años, esta carrera apenas está dando sus primeros pasos.
“Hay varias empresas explorando este campo. Algunos utilizan iones, fotones o protones para entrelazar varios qubits que funcionan como una sola unidad. Al mismo tiempo, controlar estas partículas es complejo por su temperatura y además no pueden tener ningún movimiento ni interferencia”, reconoce Díaz.
A su vez, para procesar información, la computación cuántica requiere grandes cantidades de recursos, como energía, refrigeración y espacio diferencial.
“Para introducir los datos se puede utilizar un portátil, aunque el hardware es completamente diferente al de cualquier ordenador de sobremesa o incluso a cualquier superordenador que cumpla los parámetros clásicos”, explica Díaz.