Juan Manuel Serrat tituló su gira de despedida desde el escenario como El vicio del canto. Y un vicio puede ser un mal hábito, un defecto. Las despedidas, por otro lado, suelen ser dolorosas. El Concierto del Poeta en el Pedestal capitalino no ha sido ni defectuoso ni como un lamento, sino, al contrario, una fiesta mediterránea con sabor a hierba. Una celebración para el explorador que se hizo golpe a golpe, verso a verso.
la primera vez que Serrat llegó a México Fue en 1969. El año que recuerda bien porque debutó en el Palacio de Bellas Artes y porque en la capital hubo un gran revuelo por la inauguración del Metro. Durante los últimos 53 años, Serrat ha visitado cientos de veces tierras aztecas y ha sido testigo de su transformación. En la lluviosa noche de este 21 de octubre, el cantautor, nacido en Barcelona hace 78 años, escribía el último capítulo de su paso por la gran Tenochtitlán.
«Dale que dale» es la canción con la que el gran celebración. En su voz ya se pueden escuchar los casi 80 años transcurridos. “Son 4 gotas”, bromea con la lluvia incesante.
“Buenas noches sean todos bienvenidos, es un placer terrible y tremendo estar en esta hermosa y querida base, y agradecerles, por tanto, todo lo que hemos vivido en común. Habrás escuchado que esto es una despedida, no hagas caso, esto es una fiesta, así que apaga cualquier atisbo de melancolía y tristeza. Y a partir de ahora todo es futuro”, dice para continuar con “Mi infancia” y “El carrusel del Furo”, el tema que, explica, fue para su abuelo.
Serrat es el gran conversador, aquí ha tenido mucho que compartir, como que la mujer a la que amaba se bañara en gin tonic, para hablar con “todas y todos” sobre la ficción y la maravilla de los mundos que nacen. de la creatividad.
Avanza con temas como “Lucía”, “Señora” y “No hago otra cosa que pensar en ti”, ese tema en el que ya anuncia que nada le gusta más que hacer canciones, aunque las musas estén de vacaciones. .
El cielo continúa con su propia fiesta de agua y rayos, mientras Serrat canta “Algo personal”.
Se refiere al poeta Miguel Hernández
«¡Te amo, Juanito!» Le gritan, pero no puede oír porque ha comenzado a hablar del poeta Miguel Hernández, cuyos versos se convirtieron en algunas de las canciones más icónicas de su carrera de más de medio siglo y canta: “Las canciones de cuna de cebolla”.
“Canço de bressol”, “Cartón, piedra”, “Tu nombre me sabe a hierba”, “El azar es caprichoso”, acompañados de Úrsula Amargós, suenan a serenata española.
Aquellas canciones que quedaron inscritas en la banda sonora de una generación que soñaba con la libertad y un mundo mejor las deja Serrat para calentar la noche que no deja de humedecerlo todo: «Por la libertad», «Tu nombre me sabe a hierba», “Hoy puede ser un gran día”, “Hoy para ti, mañana para mí”.
El poeta y compositor toma entonces el micrófono para advertir de los peligros de permanecer ajeno al cambio climático y la destrucción del planeta porque, dice, ahora va en serio, ante la paciencia de los obligados a revertirlo y canta » Deténgase.»
Llegan las canciones que están escritas con letras de oro en el cancionero español: Mediterráneo”, “Esas cositas”, “Cantares”, “Esos locos bajitos” y “Penélope”. El Zócalo con 80.000 asistentes canta golpe a golpe, estrofa a estrofa. Y corea: ¡olé, olé, olé, Serrat, Serrat!
“Todo lo que comienza tiene que terminar. Y quiero agradecer a todos los que me enseñaron a conocer y amar este país”, dice.
Y cierra con un sentido “¡Viva México, cabrones!”.
Serrat se ha marchado emocionado, agradecido, sonriente. Volverá, tal vez, pero su canto vivo ha quedado aquí, como en un eco infinito.
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