Cuando tenía 4 años, Juan Pablo Meneses (Santiago, 1969) escuchó a su madre gritarle: ‘¡No salgas a la calle, te puede caer una bomba!’ Era 1973 y los militares perpetraron el golpe de Estado en Chile. Como si fuera una maldición, un estallido sacudió al pequeño Juan Pablo. Inexplicablemente, una bomba se había desviado de su destino sobre La Moneda para caer sobre el hospital de la Fuerza Aérea (FACH).
Este episodio, que siempre ha sido contado entre la anécdota y el mito, y que fue prácticamente borrado de la historia oficial chilena, es narrado por primera vez en «Una historia perdida» (Tusquets), la primera novela de Meneses (después de más de una decena de libros de literatura periodística). crónica) que llega este mes a México.
La historia, dice el autor, “funciona en dos niveles”: el histórico, sobre el bombardeo a los militares disidentes; y el staff, que habla de un cronista latinoamericano (como el propio Meneses), que va descubriendo la historia de Mandril, el piloto que lo marcó de por vida y que, de alguna manera, lo hizo escapar de su propio país.
“El protagonista es un cronista latinoamericano que ha recorrido Latinoamérica y diferentes lugares, tiene novia mexicana, participa en encuentros de cronistas, pero descubre que nunca cuenta una historia de su país. El libro habla de los procesos colectivos de un país y de cómo las guerras están cambiando nuestra propia biografía: el protagonista termina siendo un tipo desarraigado porque siente que el bombardeo que cayó sobre su cabeza también fue una forma de expulsarlo del país”, explica el.
Incluso hoy, cuando escucha el sonido de un avión de guerra, dice: «Me empiezan a temblar las piernas». Sin más, se considera “un niño bombardeado con las consecuencias que esto tiene; escribiendo esta novela me di cuenta que lo era y que eso tuvo muchas consecuencias en mi vida, en mi niñez, en mi adolescencia”.
Y aunque en algún momento los recuerdos de la infancia se hicieron naturales, el regreso a ese momento del estallido “fue el comienzo de una larga dictadura de 17 años”, de un lamentable episodio que 50 años después sigue vivo y polarizando a un país.
En todo caso, en el centro del relato de Meneses está la memoria y su recuperación, entrelazadas, para que la historia y la literatura nos cuenten lo ocurrido. “Este cruce me parece interesante porque la verdad nunca existirá, ya no existirá, llevamos 50 años sin que nos digan dónde están los desaparecidos, sin que nos digan quiénes fueron los pilotos que bombardearon, no nos van a decir esa verdad, ya no existe, cuando no hay verdad el cuento termina complementándose con la literatura y eso ha pasado mucho en la historia de la humanidad”.
En ese punto, la literatura se vuelve fundamental: “Si no cuento esta historia del hospital, después de 50 años, es probable que empiece a desaparecer, porque no hay ni una foto del hospital bombardeado; Hacer estos ejercicios narrativos y literarios tiene un valor fundamental, sobre todo cuando somos una generación que fue testigo de hechos que, si no se cuentan, acabarán por desaparecer”.
“Estoy seguro, añade, que la versión definitiva de algo tendrá que ser literaria, no histórica, porque hasta los documentos históricos están todos tergiversados, el ejercicio de la memoria me parece clave, sobre todo en América Latina, que Es una asignatura pendiente, pero hay que sumar el periodismo de investigación, la historia, la literatura. La memoria, los recuerdos, es muy importante para escribir la historia oficial definitiva, mucho más importante que los documentos que se puedan estar escribiendo”, afirma.
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