El eslabón más débil es el factor humano, y en el caso del Bayern de Múnich se llama Kim Min-jae, central surcoreano de 27 años que fue el mejor aliado del Real Madrid en el Allianz Arena. Su benevolencia e ingenuidad fueron una bendición para los blancos, quienes estaban prácticamente muertos y volvieron a la vida con la transfusión que les ofreció la calamitosa defensa oriental.
Cuesta entender que el Bayern, un equipo históricamente inestable, que ha contado con algunos de los mejores centrales de la historia, empezando por su expresidente, el mítico Franz Beckenbauer, y siguiendo por Augenthaler, Hummels y Boateng, confíe el cerrojo de la defensa a un futbolista tan mediocre e insustancial como Kim Min-jae. Tan insólito como pagar 50 millones de euros para ficharlo procedente del Nápoles…
Formando esa extraña pareja en el eje defensivo con el inglés Eric Dier, el surcoreano fue un drenaje, el agujero negro por el que se colaba toda la energía del Bayern, que se vació en un inicio eléctrico, 20 minutos de ataque y un gol a puerta. de San Andriy Lunin, convertida en la reedición de San Iker Casillas.
El equipo bávaro quemó casi todos sus barcos en esos 20 minutos abrumadores de acoso y derribo con hasta ocho ocasiones de gol. Defendió al Madrid como un gato boca abajo, como ya hizo en el Etihad ante el City, y volvió a salir vivo del asedio. Cuando el Bayern tomó aire, el conjunto blanco supo estirar sus líneas, hacer una pausa, organizarse y escrutar dónde cojeaba el Bayern: exactamente, en el centro.
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El Bayern ha dado la mejor versión y nosotros no; tenemos que sufrir 90 minutos”
Kroos, ese extraordinario pivote de 34 años que Luis Enrique descartó en 2014 con el Barça con preferencia a Rakitic, inventó un pase honda detrás de la defensa bávara. Exacto: en el centro. Dier y Kim Min-jae aparecen en la foto. Les llevó una eternidad descifrar la magistral asistencia, otra eternidad para darse la vuelta y otra más para echar a correr. Y antes de que se dieran cuenta, Vinícius ya se les había adelantado tres metros y batía a Manuel Neuer con un toque suave, vendido en el uno contra uno. Cortesía de Kim & Co.
La noche presagiaba la historia habitual tantas veces vista, la que siempre explica el Real Madrid en la Champions: dominio y oportunidades del rival, para acabar ganando el partido al conjunto blanco en un instante, en un destello de genialidad. Pero este martes la historia se torció en cuatro minutos de locura, del 53 al 57, en los que Sané y Kane, de penalti, dieron la vuelta al marcador.
“Nuestro mejor momento fue al inicio de la segunda parte, cuando marcaron los dos goles. «El Bayern ha dado la mejor versión y nosotros no», admitió majestuoso Carlo Ancelotti.
“Cuando creen que estamos muertos es cuando más peligro corremos; “Nos funciona”
Pero lo que tiene el Madrid en la Champions es una mezcla infalible de ambición, fortuna y rabia por ser más competitivo que su rival, para acabar siempre salvando el cuello. “Siempre pensamos que si no podemos ganar no queremos perder. Son partidos de Champions, estamos acostumbrados: cuando nos creen muertos es cuando más peligro corremos. A nosotros siempre nos funciona”, ilustró Rodrygo.
Así, cuando pudo encajar el 3-1 de cabeza de Dier, detenido por Lunin, apareció el inefable surcoreano para dar vida al Madrid. El duelo agonizaba, minuto 83, Vinícius asistió a Rodrygo, que se giró y a Kim Min-Jae no se le ocurrió otra cosa que placar al brasileño con ambas manos por delante. Multa. Y 2-2.
Gracias a su central, el Bayern dejó al Allianz con media plaza para la final de Wembley.
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