Como las cartas de los intelectuales argentinos, que en un ejercicio inesperado, advierten quién debe votar y quién no en caso de una segunda vuelta, en España una nueva polémica, que incluye también una carta de líderes culturales y víctimas del terrorismo, exaspera a unos y otros a cada lado de una supuesta grieta. Sucede en San Sebastián, donde se desarrolla el prestigioso Zinemaldia, como se llama en euskera. Festival Internacional de Cine del País Vasco.
En el centro de la disputa están el periodista Jordi Évole y su colega, Márius Sánchez. Ellos son los directores de un documental producido por Netflix, que antes de ver la luz el 22 de septiembre Ya está levantando polvo.
«No me llames Ternera». Cuenta la historia de uno de los máximos asesinos de ETA, el líder de la organización Josu Urrutikoetxea, más conocido como Josu Ternera. No lo cuenta desde lejos, sino con una entrevista que tiene al terrorista como protagonista central.
Terrera tiene 72 años. Se encuentra detenido en Francia, con pulsera en el tobillo y arresto domiciliario, a la espera de que se defina un proceso que permita su extradición. Fue detenido hace 4 años, mucho después de que ETA anunciara el fin de las acciones armadas. España le exige que le juzgue, entre otros delitos, por el atentado al cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza en 1987, que dejó 11 muertos (entre ellos seis menores y dos mujeres embarazadas) y 88 heridos. La Fiscalía le pide 2.354 años de prisión como presunto miembro del «comité ejecutivo» de ETA que decidió colocar el coche bomba que provocó la masacre.
En la película del popular Évole (un personaje irreverente y macizo con tintes de Jorge Lanata y Michael Moore), Ternera admite su participación en el atentado que costó la vida, el 9 de febrero de 1976, al alcalde de Galdakao (Bizkaia), Víctor Legorburu Ibarretxe. Por ese crimen, Tres miembros de la banda fueron procesados, pero Ternera nunca. Sin embargo, nadie fue condenado por los hechos, que quedaron recogidos en la Ley de Amnistía, aprobada un año después. Ternera tampoco puede ser juzgado ahora por ese hecho concreto. Durante el documental, según confirman los productores porque casi nadie lo ha visto todavía, el terrorista enfatiza que no fue él quien disparó.
Convencidas de que es un aporte al debate histórico y sobre todo una obra de cine, las autoridades del festival decidieron otorgarle un cartel en la sección «Hecho en España». El próximo viernes es la cita. Nada indica que se vaya a suspender la proyección de 101 minutos. Pero 514 personas firmaron una petición para impedir la proyección de la película. Consideran que es un “Blanqueo de ETA”. “¿Puede un festival darle espacio en sus pantallas a un asesino despiadado como Veal? ¿Puede sentirse como una afrenta para sus víctimas? Que se lo pregunten quienes firmaron la carta contra el blanqueo de ETA y de Josu Ternera publicada el pasado lunes por la noche.
Firman voces reconocidas. Desde el filósofo Fernando Savater, sin duda una autoridad contra el separatismo vasco, hasta el escritor Fernando Aramburu, autor de la novela Patria, llevada a la pantalla por HBO. También figuran los profesores Carlos Martínez Gorriarán y Carlos Fernández de Casadevante, los escritores Félix de Azúa y Andrés Trapiello, los periodistas Miguel Ángel Idígoras y Santiago González y decenas de víctimas del terrorismo, entre otros.
Consideran que “el Zinemaldia constituye una verdadera e influyente escuela de lo que es valioso o no en la cinematografía actual, es decir en la cultura más popular, promocionando personas, ideas y formas de ver y vivir”. […]. Por ello, la eventual selección de un documental-entrevista al jefe de ETA José Antonio Urrutikoetxea […] No puede considerarse irrelevante”.
¿Pero tiene valor la objeción por lo que no se vio? ¿No está quizás suprimida la opción fundamental del juicio de valor sobre lo narrado? ¿La protesta contra lo no cumplido no aumenta aún más la figura y el misterio de quienes afirman haber perpetrado crímenes? España aparece dividida ante el postulado de personas tan valoradas socialmente y mediáticamente. Nadie discute la reputación de los firmantes. Se objeta el trabajo realizado.
La polémica opera en sintonía con los acontecimientos argentinos. En 2012, el periodista Ceferino Reato publicó Disposición final, un libro descarnado basado en una extensa entrevista a Jorge Rafael Videla. El mismo debate surgió sobre el aporte que representó esta obra a la historia. ¿No trajo el dictador encarcelado, silenciado en su calabozo, una memoria con valor histórico que merecía ser rescatada con las herramientas del periodismo clásico?
Más cerca en el tiempo, esta semana intelectuales y artistas pidieron unificar el voto contra lo que consideran un riesgo para la democracia. Pero, en realidad, todo resulta ser una proyección, algo no tangible. ¿No merecen los españoles conocer la perspectiva de aquello que representa la encarnación de ¿la violencia política?
Évole y Sánchez confiesan a El País que les sorprende la carta: “Entendemos el debate que puede generar una película que incluye una entrevista a un histórico de ETA, pero nos sorprende que haya opiniones e incluso peticiones de que no se proyecte en el festival un documental que ninguno de los firmantes ha visto. Estamos convencidos de nuestro trabajo y estamos tranquilos. No es un documental que blanquea o justifica a ETA”, afirman.
Están tranquilos con su conciencia y con el panorama. Han obtenido el apoyo de las autoridades del festival. Su director, José Luis Rebordinos, agradeció a los firmantes que recordaran que el festival “no comparte los objetivos de Ternera ni de ETA” y reafirmó: “He visto la película y es terrible que tengamos que estar así todo el tiempo. En numerosas ocasiones ya he dicho en público, y lo repito, que ETA es una banda fascista y asesina. Evidentemente, si pensara que la película blanquea a ETA, no la mostraría. Es una película muy interesante por muchas razones. Y eso comienza con una víctima y termina con una víctima. Hay una declaración de principios en la que la primera y la última palabra la tiene la víctima. En el Zinemaldia todo el mundo podrá verlo con normalidad. Entonces gran parte del globo se desinflará, como siempre ocurre. Don’t Call Me Beef debe verse primero y luego ser objeto de críticas, y no al revés».
Cerrando palabras y esperando lo que sea. Y después de San Sebastián, los argentinos también podremos optar por verla en Netflix.