Institucionalizada con sus 40 años consecutivos de gobierno democrático, la dirigencia argentina no se ha caracterizado por las continuidades, los acuerdos o las llamadas políticas de Estado.
Eso vale para casi todos los ámbitos, pero hay uno que tiene una dimensión especial y es la política exterior, un tópico donde en muchos países -entre ellos varios de la región- mantienen ciertas líneas pese a los cambios de gestión.
Argentina ha experimentado profundos cambios en sus relaciones internacionales a lo largo de este período de restauración democrática. Pero hasta hace poco, esos drásticos cambios eran cada vez que se modificaba el signo de la Presidencia.
Con Alberto Fernández, se abrió una singular etapa en la que los giros eran dentro de la misma administración. Su sucesor, Javier Milei, está repitiendo en parte esas prácticas, con el matiz de que sus estilos extremos también los lleva al terreno de la diplomacia.
El fundador de La Libertad Avanza fue contundente en la campaña electoral respecto a que su política exterior iba a tener dos alineamientos y nada más: Estados Unidos e Israel.
Hasta ahora, ha cumplido. En cinco meses, ha realizado ya cuatro viajes a Estados Unidos y tiene previsto un quinto. Además, ha tenido un posicionamiento en los conflictos de Medio Oriente como ninguno de sus predecesores.
A pesar de esta coherencia, planteada con claridad en la etapa proselitista, el resto de la política exterior de Milei se caracteriza por los cambios bruscos.
Sus declaraciones y acciones generan controversia cada vez más intensa. Incluso bromea sobre la tarea que le asigna a su canciller, Diana Mondino. Del mismo modo, la economista cordobesa no se queda atrás en sus deslices verbales.
El conflicto con España parece ser el más grave, pero las idas y vueltas de Milei, que honran la tradición diplomática argentina, comienzan por la región.
En campaña, el presidente calificó a su par de Brasil, «Lula» da Silva, como «comunista envenenado» y «corrupto», lo que generó tensiones. Sin embargo, la Cancillería argentina ha trabajado para mantener la relación con nuestro principal socio comercial.
En cuanto a China, Milei ha adoptado una postura beligerante, negándose a hacer negocios con ningún país comunista. Esto, sumado a su alineamiento incondicional con Estados Unidos, ha afectado las relaciones con China, reduciendo las compras y poniendo en riesgo acuerdos comerciales.
Por todas estas razones, la canciller Mondino viajó a Beijing para intentar mejorar los vínculos, aunque sus declaraciones desafortunadas han generado tensiones.
En cuanto a Malvinas, Milei ha elogiado a Margaret Thatcher, lo que ha generado malestar. A pesar de ello, ha planteado un plan a largo plazo para la recuperación de las Islas, reintroduciendo el tema de la autodeterminación de los habitantes.
En resumen, la política exterior de Milei se caracteriza por cambios bruscos y controversias, alejándose de la tradición diplomática argentina. A pesar de sus esfuerzos por mantener relaciones con ciertos países, sus declaraciones y acciones generan conflictos y tensiones internacionales.