La República mal sentada | El Heraldo de México

Pocas conmemoraciones más republicanas que la del 5 de febrero, aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917, que hoy luce remendada y remendada, pero que -como la cobija de mi abuela- resiste a todo ya todos.

La de este 2023 fue particularmente significativa ya que convocó a la clase política nacional a escuchar cuatro posiciones profundamente diferentes, que dan cuenta del profundo crisol que es hoy la división de poderes en México.

En la misma mesa, los representantes de los tres poderes de la Unión y el gobernador del estado anfitrión, Querétaro, cada uno con su punto de vista sobre el país al que sirve y al que representa, cada uno desde su trinchera: el Presidente de la República desde una izquierda muy particular, que se desvanece en la ortodoxia ideológica, pero es consistente en su estilo de hacer política pública. El Ministro Presidente de la Corte Suprema de Justicia, de la innegable independencia de un poder judicial que históricamente nos ha dejado tanto que deber, pero que desde hace un tiempo busca una indemnización; el presidente del Congreso, en un rol quizás más partidista de lo que a algunos les hubiera gustado, pero aún así un digno representante de un poder dividido, la Legislatura; y finalmente el gobernador de un estado con un sello partidista diferente al del presidente pero que preserva y favorece el diálogo respetuoso como forma de hacer política.

Se aprecia la claridad y los contrastes en sus posiciones: el «nuevo» régimen enfrentado al «viejo»; la independencia del tercer poder, el judicial, tradicionalmente más decorativo y hoy con peso propio; el realismo y serenidad del gobernador aferrado al federalismo como opción realista y pragmática.

Desgraciadamente, una gran puesta en escena y cuatro posturas relevantes y reveladoras pasan a un segundo plano por fallas protocolares que importan -y mucho- en un país donde las formas también son segundo plano. La disposición del presidium es el primer gazapo capitalino: estando presentes los tres poderes de la Unión, lo correcto sería que se sentaran juntos. La tradición sugiere que el legislativo y el judicial flanquean al ejecutivo, pero en este caso son enviados a un extremo de la mesa, una clara señal de distancia. A esta falta de elegancia le sigue otra, tan menor ya la vez tan notoria: el ministro presidente no se pone de pie para recibir al titular del ejecutivo. El gesto incomprensible y poco elegante es rápidamente interpretado por unos como un agravio y por otros como un acto de independencia y libertad. A qué nivel ha llegado la política mexicana que una insignificante descortesía se convierte en símbolo.

Es una pena, porque en vez de revisar y escudriñar lo dicho por los cuatro ponentes, terminamos con un pobre análisis digno del viejo Manual Carreño, ese que dictaba las reglas correctas de civismo a los antiguos.

La vida pública convertida en un cuaderno de buenas maneras.

POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@gabrielguerrac

CAMARADA

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