Entre el cúmulo de mentiras que se han difundido en los últimos días por parte del FC Barcelona, la más patética fue afirmar desde su departamento de comunicación (…) que no se hablaría nada del futuro de Xavi hasta el próximo lunes por respeto al equipo femenino. que este sábado se jugará la final de la Liga de Campeones, de lo que se deduce que además de la propensión a engañar a la plantilla, el respeto al equipo femenino era una coartada falsa y, en consecuencia, una falacia sobre los hombros de otro.
El FC Barcelona es un club que nació pirómano, por lo que imaginar que aguantaría incluso 24 horas seguidas sin traicionar la calma y la discreción anunciadas era ingenuo. Más ahora que el lanzamiento de cuchillos entre Laporta y Xavi y sus respectivas comitivas fue digno de un culebrón turco-colombiano con mal final.
Es curioso, en el fútbol se acuña una frase popular que apela a viejos códigos y está destinada a quienes actúan con sinceridad y honestidad. “Me gusta porque va directo”, se suele decir de tal o cual jugador, de tal o cual entrenador, de tal o cual presidente cuando se lo merece. Pues bien, es difícil encontrar en el Barça actual a alguien que haga honor a esa lejana virtud.
A este nivel de hipocresía, el fin de Xavi era cuestión de días pero la premura en su desenlace describe un club sin dirección ni educación. Una reunión no programada y llena de tensión, un comunicado oficial en cuyo contenido no se detecta ni un solo atisbo de complicidad (como si la víctima fuera un don nadie y no uno de sus mitos), y todo tras esta semana quienes tenían que protegerle , negociaban a sus espaldas mientras le susurraban que esperara hasta el lunes, no te preocupes, y luego hablarían de todo.
daño reputacional
Llegado este nivel de hipocresía, el final de Xavi era cuestión de días pero la premura en su desenlace describe un club sin rumbo ni educación
Laporta arrastrando los pies, Deco y Bojan viajando a Londres para atar a Hansi Flick y el resto de miembros de la comisión deportiva, a excepción de Rafa Yuste, a los que se les hace agua la boca ante este final y que empequeñecen a la gente con su doble discurso (delante I te abrazo, detrás de ti te hago pedazos) Bruto, el más mítico de los conspiradores. Y Alejandro Echevarría sobreviviendo a todo, como siempre.
Repasemos lo que dijo Laporta hace un mes, al día siguiente de aquel sushi mágico en su ático de la Diagonal: “El proyecto está intacto en términos de confianza e ilusión”; “No voy a complacer a los que quieren volarlo todo ahora por no haber conseguido los objetivos” (ésta es buena, me quito el sombrero); “Me quedo con la constatación de que Xavi, como entrenador, es una persona extraordinaria y con sentimiento culé que transmite ilusión, confianza y generosidad”; “El barcelonismo debería estar orgulloso del entrenador que tiene”… Todo esto lo dijo el presidente el 25 de abril. También habló ese día metafóricamente de una llama que aún ardía, sin saber que él mismo, para honrar un mandato caracterizado por un rumbo que consiste en no tenerlo, lo soplaría y lo apagaría. Inestabilidad personal e institucional.
Xavi Hernández, cuya temporada ha sido decepcionante y para muchos merecedora de un despido, está muy molesto con las formas. Siempre consideró a Laporta un amigo y es probable que a partir de hoy ya no vuelvan a serlo. En cualquier caso, no será difícil encontrar otros hombros sobre los que buscar consuelo. Hay algunos que lo precedieron. Hay un patrón de comportamiento. De los autores de “Leo, ven a firmar que ya tenemos contrato” y “Ronald, eres nuestro entrenador porque no hemos encontrado otro”, llega “Xavi, nos vemos el lunes y decidimos”.
Joan Laporta toca fondo en este su segundo y accidentado mandato. Poco de lo que prometió se ha cumplido. El club está peor social, deportiva, económica y reputacionalmente. Sin el recuerdo de quién fue y de lo mucho que significó para el Barcelona en el pasado, probablemente ya no estaría sentado donde está.
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