Si alguien en el gobierno mexicano sueña con la idea de que el presidente Andrés Manuel López Obrador convertirse en líder de la integración latinoamericana, empezó tarde.
No es que al presidente mexicano le falten tallas o que sus ideas progresistas le impongan alguna limitación cuando, por el contrario, en la actualidad estaría algo a favor.
El problema es ese AMLO no ha mostrado interés en tal liderazgo y por tanto ha habido falta de trabajo diplomático y político, faltan recursos, ha habido una constante improvisación en la política exterior, muchas veces por decisiones y declaraciones públicas del momento, la aparente marginación de los Servicio extranjero y, por tanto, lo que bien podría definirse como un desconocimiento de ser y, sobre todo, de saber hacer.
Ciertamente, todas estas formulaciones se entrelazan y se han reflejado en derrotas como las registradas en candidaturas a cargos en organismos internacionales, así como en los escándalos que han acompañado el nombramiento de algunos embajadores o los problemas creados por algunas expresiones públicas sobre situaciones en otros países
Para complicar aún más las cosas, el presidente López Obrador ingresa al último tercio de su gobierno con un mínimo kilometraje en términos internacionales: ha estado cuatro veces en Estados Unidos (tres en Washington y una en Nueva York); realizó una gira de trabajo de cinco días que lo llevó a Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice y Cuba.
En total, menos de 20 días de sus cuatro años de gobierno.
El mensaje, en todo caso, ha sido de relativo interés en temas internacionales, y sus pronunciamientos, o la falta de ellos, han sido motivo de debate y en general de crítica dentro y fuera del país.
En contraste, el hombre aclamado en América del Sur como el líder esperado de la región, el brasileño Luis Inácio Lula da Silva, Ha cultivado una activa agenda internacional durante años, basada tanto en su historia como líder sindical y luego presidente de Brasil, entre 2003 y 2011.
Lula da Silva iniciará su segundo gobierno el 1 de enero, pero ya desarrolló una campaña de apariciones internacionales que lo llevó a la cumbre climática de El Cairo en noviembre pasado, y acuerdos económicos con Argentina.
Y a diferencia de México, que por razones sociales, económicas y políticas mantiene su foco en su vecino del norte, EE.UU., Brasil aspira a ser la potencia hegemónica en Sudamérica, ahora con el apoyo de un amplio sector de la izquierda regional.
Brasil, por convicción geopolítica, está dispuesto a invertir en su liderazgo y asumir compromisos económicos que lo consoliden, aunque sea fuera de la masa continental sudamericana y llegando a Centroamérica o el Caribe.
México ha sido históricamente el contrapeso de Brasil en la región, pero ese papel, al igual que el supuesto liderazgo regional, parece fuera de los planes y posibilidades actuales.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
MAÍZ
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