“Hoy no ha sido un buen día, pero si miras toda la semana lo compensa”, explica Jordi Vidaller, uno de los pescadores más jóvenes del puerto pesquero del Serrallo, en Tarragona. Tiene 29 años y creció entre pescadores. Conoce bien las dificultades de salir adelante en un sector que se siente maltratado por todas las administraciones, especialmente la española y la europea. “Nos sentimos perseguidos, como si fuéramos delincuentes”, añade Vidaller, mientras continúa descargando en el muelle la pesca del día.
Cuando el pescado llega al puerto, la obsesión de todo pescador es repartirlo en cajas con hielo y llevarlo cuanto antes a la cofradía para tenerlo listo cuando abra la lonja. El sustento de los pesqueros, con sus patrones y marineros, depende de un mejor o peor precio.
El precio de algunas especies, como la gamba roja o la gamba, sostiene los últimos barcos
Cada año que pasa hay menos barcos pesqueros en el Serrallo y en los puertos de la costa catalana. En la última década, en el puerto del Serrallo se han desguazado el 50% de las embarcaciones, según datos de la Cofradía de Pescadores de Tarragona. En una década, si no se toman medidas, no quedará ni un solo arrastrero, advierten. Hace veinte años existían un centenar de barcos de arrastre y unas cuarenta embarcaciones ligeras, dedicados a las artes menores.
“Están hartos y cansados de tanta persecución y abandono”, denuncia Esteve Ortiz, presidente de la cofradía de Tarragona desde hace dos décadas.
Son las cinco de la tarde y para tener una idea de las principales demandas del sector basta con dar un paseo por el muelle. El elevado precio del diésel, con momentos muy críticos en los últimos años; el exceso de controles, inspecciones y sanciones por parte de la administración central, con competencia plena; y la enorme cantidad de trámites que debe llenar la maldita burocracia, ahora de forma digital.
Leer también
“Tenemos los mismos problemas que los agricultores”, destaca Vidaller, sobre María Ferré II. Las inspecciones se repiten, según los patrones, y se centran en mirar al milímetro el tamaño de las redes o capturas. “Estamos hartos”, insiste Ortiz. “Parece que a las administraciones ya les va bien con la desaparición de pescadores de la costa catalana; “Todo el pescado acabará viniendo de fuera”.
Atribuyen exceso de celo por parte de ambientalistas
Otra exigencia, como ocurre con los agricultores, es que se exijan los mismos controles para el pescado que llega de países no pertenecientes a la UE. El etiquetado es otra exigencia porque denuncian que muchas pescaderías no cumplen la normativa y el consumidor final no tiene idea de dónde procede el rape, la gamba o la merluza que acaba en su mesa.
También hay paralelismo en las protestas de agricultores y ganaderos en el rechazo por parte del sector primario a lo que consideran un excesivo celo por parte de los ecologistas. Se oponen al deseo de endurecer las prohibiciones en respuesta a la sobreexplotación de los recursos pesqueros.
Sin relevo generacional, parte del vacío lo llenan marineros de países africanos
A diferencia de lo que ocurre con la agricultura, los pescadores cuentan con algunos productos que se pagan a buen precio y se convierten en un salvavidas. La gamba roja es un ejemplo paradigmático: recientemente se ha cotizado en la lonja de Tarragona a más de 100 euros el kilo la gamba grande, y 30-40 euros la pequeña. Casi como si fuera Navidad. La exigencia de restauración es fundamental. Son benditas excepciones porque, en la mayoría de los casos, los gastos han crecido mucho más que el precio del pescado en el mercado.
Son pocos los jóvenes que se atreven a subirse a un barco o estudiar para ser patrones o motociclistas. Andreu Domènech, tío de Jordi Vidaller, hijo de pescadores, empezó a pescar cuando tenía 14 años. Continúa cuatro décadas después a pesar de las dificultades. Casi sin relevo generacional, parte del vacío lo llenan marineros de países africanos.
Es una tendencia general, también a nivel español. Las estadísticas muestran cómo el número de trabajadores en el sector pesquero va disminuyendo año tras año. En 2022 eran poco más de 29.000, un 20% menos que hace diez años.
Continuar leyendo “Nos sentimos perseguidos”, se quejan los pescadores