Si alguien tenía alguna duda sobre la decadencia de Occidente y su preocupante ausencia de liderazgo, sirva de ejemplo la reciente visita del presidente francés Emmanuel Macron a Pekín y su amistoso encuentro con el presidente de la República Popular China, Xi Jinping. porque lo que allí dijo el primer presidente del país de la libertad, la igualdad y la fraternidad cuestiona la cohesión de la Unión Europea y Estados Unidos, entre muchas otras cosas.
El presidente francés se ha distanciado, al menos en el terreno de la retórica, de la primera potencia de América al asegurar que no quiere que Europa sea un «vasallo» de Estados Unidos. Esta demoledora descripción del papel de sujeto que supuestamente ha jugado el bloque europeo ante EEUU acaba con la demarcación de Francia respecto a la cruzada de Washington por la defensa del territorio de Taiwán y con la máxima de que Europa no tiene que bailar al son de la ritmo de USA.
Ni que decir tiene que existen importantes intereses comerciales entre China y Francia y que Macron visitó el país asiático acompañado de una robusta delegación de empresarios franceses.
Eso en lo que se refiere a la agenda global del presidente francés. En cuanto a sus asuntos internos, la situación es aún peor para un país y un bloque económico que atraviesa la mayor crisis de credibilidad desde su creación (aquí me refiero al bloque europeo).
La impopular reforma del sistema de jubilaciones y pensiones en Francia, que como ya se sabe ha provocado una fuerte convulsión social en Francia, amenaza no solo con cobrarle factura a Macron sino también con legitimar y promover las cada vez más populares posiciones políticas radicales, ya sea derecha o izquierda.
Desgraciadamente, los desatinos del ocupante del Palacio del Elíseo y su insólita arrogancia, muy alejada de la imagen afable y conciliadora que vendió en su primera campaña electoral, perjudican a la Unión Europea y a las democracias occidentales que tienen que hacer frente a los embates. de liderazgos políticos e ideológicos extremistas y autoritarios.
Ante este escenario donde es claro que el barco no tiene capitán y la tripulación y los pasajeros viven en un caos, solo puedo imaginar la satisfacción que esto representa para Vladimir Putin y Xi Jinping que; si el panorama occidental continúa así, pocos esfuerzos habrá que hacer para imponer sus reglas y condiciones en un mundo en el que las democracias liberales y sus líderes languidecen ante una notoria incapacidad para hacer frente a las demandas de una sociedad desbordada.
Occidente ha perdido la brújula, y en el horizonte no está muy claro que la recuperará. Al menos no del todo.
POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS
CAMARADA