A partir de cierta hora, como saben los amantes del ocio nocturno, ya no hay barra libre y el bar empieza a cobrar y exigir a sus clientes que se porten bien.
Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, ha recordado este jueves que el instituto dejará pronto de comprar deuda pública de los países de la eurozona como si no hubiera un mañana. Un cambio de política ya anunciado, pero que ahora cobra especial relevancia. En particular por la situación que vive España.
Porque el vicepresidente del Banco Central Europeo volvió a anunciar ante un nutrido público que a partir de septiembre los Estados deberán presentar sus planes de ajuste fiscal para los próximos cuatro años.
Pero en el caso español hay varios problemas. La primera es que sus notables resultados económicos en el último período, especialmente pospandemia, como recordó el exministro de Economía, se basan también en un fuerte crecimiento del consumo público. Es decir, una demanda sostenida por el Estado.
Pero no podrá alimentarse como hasta ahora. Porque el déficit tendrá que volver a la senda del 3% del PIB y la deuda pública, superior al 110% del PIB, tendrá que emprender una senda descendente. Para que este ajuste se produzca, en palabras de De Guindos, se necesita “una estabilidad financiera que permita a los países tomar decisiones”.
De Guindos elogia el crecimiento de España pero recuerda que habrá que hacer ajustes
Y aquí entra en escena la noticia, furiosa. ¿Cómo se van a implementar decisiones importantes cuando el Gobierno no puede ni siquiera aprobar los presupuestos de este año ante el caos político provocado por las elecciones en Cataluña? “Este hecho es malo para la estabilidad del país en su conjunto”, admitió rápidamente el presidente del Círculo de Economía, Jaume Guardiola.
Es cierto que, de momento, el mercado no descarta la incertidumbre en España. La prima de riesgo está en niveles bajos. Sin embargo, Guindos indicó que esto no puede ser así para siempre ni hay garantía de que no vuelva a aumentar si las condiciones cambian.
Y las condiciones pueden cambiar, en un contexto en el que, además de un Ejecutivo que corre el riesgo de no tener fuerza política para apretarse el cinturón del gasto -no vamos a utilizar la palabra austeridad, pero es algo parecido-, El país necesita también un Gobierno que tenga empuje para llevar a cabo un ambicioso plan de inversiones que no sólo España necesita, sino toda Europa: cambio climático, defensa y digitalización. Y a esto hay que añadir que el efecto propulsor de los fondos europeos está destinado a agotarse.
¿Más riesgos globales? Una que llama especialmente la atención son las valoraciones en bolsa, que Guindos reconoció que son “altas”. Los mercados bursátiles europeos están en máximos históricos. Cuando estalló la llamada “exuberancia irracional” a principios de siglo, Alan Greenspan en Estados Unidos subió las tasas.
El llamado a la estabilidad del BCE choca con la imagen de un Gobierno sin presupuestos
Pero ayer, ante un auditorio con empresarios como el presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre o el director general de Criteria Caixa, Ángel Simón, sólo hablaban de cuándo va a bajar el BCE. En junio o antes. Es cierto que el mandato del BCE es luchar contra la inflación y no contra el crecimiento ni contra los mercados.
Sin embargo, como dijo una vez el ex presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke: “Me preocupo por Wall Street por una razón y sólo una: porque lo que le sucede a Wall Street le importa a Main Street”. Y en la calle, cuando el bar cierra, sólo piensas en lo bien que lo pasaste mientras duraba la fiesta.