Un asunto muy personal, por Santiago Segurola

Algo en el triunfo ante el Getafe comunicaba que el Barça se tomaba el partido como algo personal, de esos partidos precedidos de asuntos pendientes, de historias que vienen de lejos, del valor añadido que se expresa en el juego, de las disputas, de los roces y de las satisfacciones de estableciendo una autoridad indiscutible sobre el adversario. Una versión tan febril no es habitual en este Barça, pero también es insólito el malestar que provoca el Getafe, un equipo duro que suele aprovechar partidos intempestivos y rivales tibios.

Esta temporada empezó con un episodio inolvidable, el partido Getafe-Barça que arbitró Soto Grado, si el arbitraje fue la parodia que permitió al fútbol volver a los años del billarismo, un deplorable salto atrás en el tiempo y en las formas que produjeron un partido que Duró 105 minutos, tres expulsiones –Raphinha, Mata y a toda costa. Primero, Iglesias no ordenó una patada a Araújo en el área y ante las pruebas de su error se buscó una coartada falsa, en colaboración con los detectives del VAR, para insistir en su decisión. No fue otro que la famosa mano de sustitución de Gavi instantes antes de que Araújo cayera derribado en el área.

El Barça transmitía la sensación de un equipo conectado, como si tuviera una deuda pendiente

Esa jugada, ese partido y la incompetencia del árbitro han pesado mucho sobre el Barça. Xavi disparó contra todo lo que se movía: los árbitros, la Liga, las peculiares artes del Getafe… Aunque tenía razón, empezó a elaborar el lamentable discurso, cargado de sospechas y negatividad, que ha presidido el periplo del Barça, con Xavi como la primera víctima de la historia. Lidera el equipo, pero con fecha de caducidad.

Seis meses después, el Barça se reencontró con el Getafe. Desde el primer momento transmitió la sensación de un equipo conectado, con las ideas claras y emoción en el juego, como si tuviera alguna deuda pendiente. Jugó sin despropósitos, con una firmeza defensiva inusitada, pierna fuerte, pases rápidos y movimientos efectivos detrás de la defensa del Getafe, que entró en estado de pánico, presa del desorden.

Aunque el partido pasó por momentos difíciles previsibles, el Barça nunca perdió el control de las operaciones. Sólo se sobresaltó con un disparo de Milla que se estrelló en el palo, tras un débil rebote de Ter Stegen. Fuera de ese accidente, el equipo se liberó muy rápidamente. Marcó Raphinha, que acaba volviéndose productiva insistiendo en los errores, y comenzó el efecto dominó en los jugadores. Todos elevaron su nivel y sus beneficios. João Félix, por ejemplo, marcó el segundo, y hasta Frenkie de Jong se animó a hacer lo que tanto se le pide: correr, romper líneas y aparecer en el área contraria. Marcó un gol, el segundo esta temporada.

El reducido público que acudió a Montjuïc disfrutó por fin de una tarde festiva, sin las angustias habituales, de un partido de reconciliación con el equipo, que esta temporada les ha dado demasiados descontentos. Está por ver si la respuesta al Getafe se queda en una simple anécdota, sin más, o si funciona como detonante del ánimo, la autoestima y la cohesión del Barça en la recta final del campeonato de España y de la Copa de Europa.

El fútbol, ​​que es un tema de carácter variable, ofrece al Barça la oportunidad de aprovechar la maravillosa vibración de su partido contra el Getafe y olvidar sus melancolías. Al final, tiene que tomarse el resto de la temporada como un asunto muy personal.


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