El expresidente inclinó la integración de la corte hacia la derecha. El fallo de «acción afirmativa» es evidencia de cambio.
Cuando ganó la presidencia en 2016, se votó por Donald Trump una abrumadora mayoría de conservadores y, sobre todo, de los cristianos religiosos, a pesar de que era un hombre casado en tres ocasiones, envuelto en escándalos personales y que se jactaba de tocar los genitales de las mujeres sin su consentimiento.
Cuando se les preguntó a los ciudadanos de Deep America sobre esta contradicción, respondieron que miraban más allá de la personalidad de la persona que ocuparía la Casa Blanca. Querían desterrar la era «políticamente correcta» de los demócratas, encarnado por Barack Obama y Hillary Clinton.
Dijeron que buscaban protegerse de una supuesta «invasión» de inmigrantes, homosexuales, afroamericanos y latinos que amenazaban a la familia y al «ser americano», es decir, la tradición WASP, blanca, anglosajona y protestante por sus siglas en inglés que, según los conservadores, conforma la esencia de los Estados Unidos.
Y en las respuestas de los votantes del magnate siempre aparecía la Corte Suprema como una obsesión, querían una corte conservadora como “garante de los valores familiares”.
Trump llegó a la presidencia y les dio a estos sectores el tesoro que buscaban. A pesar de que fue uno de los pocos presidentes que no pudo ser reelegido, en sus cuatro años de gestión dejó un legado que perdurará por generaciones porque tuvo la extraordinaria oportunidad de nombrar a tres jueces durante su mandato de la Corte (dos fallecidos y uno jubilado), quienes tienen mandato vitalicio, y se aseguraron de elegir magistrados con visiones conservadoras y religiosas.
Entonces el signo equilibrado que tenía la corte en ese momento (4 liberales, 4 conservadores y un independiente), pasó inevitablemente a una mayoría conservadora de 6 a 3. Esto se tradujo en decisiones controvertidas que afectan los derechos y la vida cotidiana de millones de estadounidenses.
Declarar la inconstitucionalidad de la acción afirmativa en el acceso a las universidades es un tema ultrasensible. Los republicanos y la mayoría de los conservadores celebran que la raza ya no es un factor decisivo en los ingresos, a pesar de que los expertos consideran que se trata de un sistema que ha ayudado durante décadas a promover el acceso a una educación de calidad de minorías históricamente desfavorecidas como los afroamericanos o los latinos. Los demócratas y los sectores más progresistas hablan de un día de luto por la diversidad.
Pero este jueves es solo uno de los giros que ha dado la corte conservadora en temas de alto impacto en la vida de los estadounidenses. El año pasado en este punto decidió dejar de reconocer el aborto como un derecho constitucionall, que permitió restringir al máximo la interrupción del embarazo -permitida desde 1973- en varios estados.
En otras decisiones conservadoras, esta Corte también limitó las restricciones estatales sobre el porte de armas de fuego en la calle y estrechó la separación entre Iglesia y Estado al permitir el uso de fondos públicos para mantener escuelas religiosas.
Además, la corte limitó el poder del presidente Joe Biden para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y confirmó el derecho a orar en las escuelas al respaldar a un entrenador de fútbol americano universitario que oraba en el campo después de los partidos. .
Son medidas que, individual y colectivamente, provocó fuertes preguntas entre académicos, historiadores y estudiososs de la Corte Suprema, que indican que estas posiciones muestran un giro hacia el «conservadurismo extremo» y una «politización» de una de las instituciones más respetadas de los Estados Unidos durante años.
Pero más allá de la polémica, la Corte avanza con sus fallos y con ello el legado de Trump -quizás el más trascendental que ha dejado el controvertido expresidente- sigue dejando tu huella en la sociedad estadounidense.