Vienen tiempos de la tan característica rabieta cíclica, esa que aparece de año en año en cuanto “uno de los nuestros” resulta gravemente herido. Gavi se ha roto la rodilla, y su club, el FC Barcelona, está enfadado a puerta cerrada. Medios afines culpan al seleccionador español Luis de la Fuente de haberle hecho jugar dos partidos consecutivos contra Chipre y Georgia cuando estaba asegurada la plaza para la Eurocopa, pero no la primera de grupo. Se detienen en una parte del problema, muy real, pero no resuelven su totalidad.
Prefieren no cuestionar, por ejemplo, qué responsabilidad tienen también los grandes clubes en la sobresaturación del calendario, el gran mal que azota al fútbol de élite actual. El mismo afán de ingresos que mueve a la FIFA y a la UEFA, máquinas de churros para producir nuevas competiciones que exprimen a los futbolistas sin pertenecer a ellas, es el que lleva al Barcelona, en una misma temporada, a pasar 14 días de gira por EE.UU. , jugar una bocha en diciembre en Dallas y viajar una semana a Riad para disputar la Supercopa de España en enero. La vaca se muere de hambre de tanto ordeñarla y nadie puede arreglarlo. El ruido cesará hasta que la siguiente grieta entre al quirófano.
Lamentarse no soluciona nada. La única solución la propuso Marcelo Bielsa, como saben, un loco: “Tenemos que cobrar menos para jugar menos”. Y no hay que prestar atención a los locos.
FIFA y UEFA
Los dueños del espectáculo,
el mas insaciable
A la espera de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se pronuncie sobre si UEFA y FIFA ejercen o no un monopolio sancionable, ambas corporaciones seguirán exprimiendo el calendario y a sus principales actores, los futbolistas, temporada tras temporada. La UEFA, que todavía tiene hambre tras arrancar la Liga de Naciones de selecciones, ha proyectado una Liga de Campeones con muchos más partidos que se disputará a partir del próximo año: competirán 36 clubes, divididos en cuatro grupos de nueve, y la primera fase se disputará pasar de 96 partidos a 144. Una brutalidad. Las semanas se anuncian con partidos de la Liga de Campeones los martes, miércoles y jueves. Y porque ya no quedan días.
La FIFA, celosa, saca la caja registradora y una codicia que conmovería hasta al avaro Molière. Su finalidad es acumular euros, dólares, rublos y lo que sea necesario. Su última creación es el Mundial de Clubes. Lo que en su día fue un mundialito que enfrentó al campeón de la Copa de Europa contra la Libertadores, ya derrotada en las últimas ediciones, se convertirá en 2025 en una competición disputada entre los meses de junio y julio por 32 equipos. Se disputarán octavos de final, cuartos de final, semifinales y final. Toda una fiesta, sobre todo por el reparto de dividendos. La coartada es convertir el fútbol en un espectáculo global. La realidad subyacente es abrir los mercados cavando bajo las rocas.
Al Mundial de Qatar, muy criticado por la corrupción descubierta en su adjudicación, le seguirán versiones para todos los gustos, guiadas evidentemente por el dinero. En el Mundial de 2026, habrá un salto de 32 equipos a 48, un salto que aumentará drásticamente el número de partidos de relleno, de los aburridos. En la edición de 2030 participarán seis países organizadores, entre ellos España, y la edición de 2034 ya ha ido a Arabia Saudí, paradigma de sociedad democrática.
LOS CLUBES
Grandes víctimas,
Pero no tanto
Los principales damnificados cuando un jugador se lesiona compitiendo con su selección son los clubes, entidades privadas que adquieren y mantienen sus plantillas a cambio de inversiones y salarios millonarios. A lo largo de los años, los clubes han conseguido amortiguar el efecto de estas pérdidas con compensaciones económicas cada vez mayores, pero cabría preguntarse si, además de recibir dinero, no podrían contribuir a cerrar la hemorragia (las lesiones son cada vez más frecuentes). luchando por un calendario más racional. Al contrario, la respuesta es imitar la deriva de las asociaciones internacionales que tanto critican ampliando los calendarios por delante (pretemporadas exóticas con clásicos de verano que tensionan al futbolista en plena puesta a punto), por el medio (amistosos y un Supercopa de España en Arabia). y detrás (más bolos). En caso de lesión, la FIFA paga unos 20.000 euros al día para calmar el enfado de los clubes. Medio año de baja equivale a cuatro millones de euros, un buen pellizco para quedarse callado. O al menos, para no gritar. El dinero es un consuelo, pero el quid de la cuestión es diferente. Se alude al azar para justificar algunas injurias. Tal vez, pero después de aplicar la lógica surge una conclusión: cuantos más juegos juegues, más probabilidades tendrás de lastimarte. Un futbolista de élite puede llegar actualmente a los 70 partidos en una temporada. Un número demencial.
JUGADORES
Sin rebelión no habrá solución
Los jugadores, últimos en la fila de la depuración de responsabilidades, también tienen, aunque menos, su parte de culpa. Es cierto que, a pesar de sus salarios millonarios, siguen siendo empleados, pero si se levantaran colectivamente, su fuerza sería poderosa. De vez en cuando hay alguna denuncia aislada, pero a la hora de la verdad suelen viajar felices a sus selecciones porque eso implica mayor prestigio que se traduce en mejores salarios, más repercusión en redes sociales y miel para captar patrocinios. La extrema competitividad inherente al sindicato anula otras consideraciones. No hay ningún juego que no quieras jugar. Champions, Liga, Copa, Supercopa, Mundial, Eurocopa, Juegos… Gavi, por su edad y forma de ser, no se plantea el descanso. Son otras personas las que deberían frenar ese impulso juvenil. De la Fuente tuvo la desgracia de recordar que Gavi tiene “un físico talentoso” que puede soportarlo todo durante 24 horas antes de romperse la rodilla. No existe un cuerpo inquebrantable.
Cuando Pep Guardiola perdió a De Bruyne por lesión en agosto, se desesperó: “Te hacen ir a Asia, a Estados Unidos, partidos muy fuertes, la gente se cae. Y sigue cayendo y seguirá cayendo porque El show debe continuar . Esta es una batalla perdida hasta que los jugadores se levantan y dicen ‘no vamos a jugar'».
¿Otro loco?
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