La actividad cerebral de las personas que se ofenden fácilmente es diferente de la de las personas que no son tan propensas a enojarse, sugiere un nuevo estudio.
Mucha gente consideraría que un mensaje de texto perdido de un mejor amigo es un acto accidental e inofensivo. Tal vez estén ocupados o tal vez lo leyeron y simplemente olvidaron responder. Sin embargo, es más probable que algunas personas malinterpreten esta acción como agresiva u hostil, pensando que tal vez te estén ignorando a propósito. Los científicos llaman a esta tendencia a asumir lo peor de las personas «sesgo de atribución hostil,» y puede hacer que las personas sean más propensas ser agresivoexperiencia mala salud mental y luchar para mantener relaciones saludables.
Un nuevo estudio sugiere que las personas con sesgo de atribución hostil muestran una firma única de actividad cerebral en una parte del cerebro llamada corteza prefrontal ventromedial (vmPFC) cuando las acciones de otra persona tienen como resultado un resultado negativo para ella. Entre otras funciones, el vmPFC interviene en la regulación emocional, la toma de decisiones y la autopercepción.
«El VmPFC es una región cerebral de alto orden que integra información sensorial sobre el mundo externo con estados y creencias internos». Yuan Chang Leong, coautor principal del estudio y profesor asociado de psicología en la Universidad de Chicago, dijo a Live Science en un correo electrónico. En otras palabras, el vmPFC ayuda a controlar cómo reaccionamos ante situaciones sociales en función de nuestros prejuicios ya establecidos.
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Los resultados del nuevo estudio, publicado el lunes (5 de febrero) en The Journal of Neuroscience, sugieren que el vmPFC juega un papel en el control de la interpretación de una persona de una situación social al integrar información sobre el escenario que se desarrolla con sus nociones y recuerdos preconcebidos. Dijo León.
Comprender los mecanismos cerebrales detrás del sesgo de atribución hostil podría acercar a los científicos a desarrollar formas de mitigarlo, por ejemplo, a través de intervenciones más específicas para reducir el comportamiento agresivo y promover relaciones más saludables, escribieron los autores en el artículo.
En el estudio, 58 voluntarios escucharon grabaciones de audio de personas que describían 21 escenarios sociales hipotéticos. En promedio, los minipodcasts duraban alrededor de 40 segundos e involucraban a un personaje ejecutando acciones hacia el oyente (el participante del estudio) que podrían tener un efecto negativo en él. Por ejemplo, en un escenario, un profesor se olvidó de escribir una carta de recomendación para el participante después de que éste había aceptado hacerlo.
Después de escuchar, los participantes calificaron si pensaban que estas acciones eran intencionales y hostiles (por ejemplo, el profesor estaba tomando represalias intencionalmente contra ellos) o no intencionales, lo que significa que simplemente se olvidaron de escribir la carta.
Durante todo el experimento, cada participante llevaba en la cabeza una gorra ajustada que medía su actividad cerebral mediante una técnica llamada espectroscopia funcional de infrarrojo cercano (fNIRS). Los investigadores encontraron que, durante las grabaciones, las fluctuaciones en la actividad de las células cerebrales en el vmPFC eran similares entre individuos con niveles similares de sesgo de atribución hostil y diferían en aquellos sin la tendencia.
Esto sugiere que este sesgo ha moldeado constantemente la forma en que sus cerebros responden a tales escenarios, haciendo que la actividad tenga el mismo aspecto, dijo Leong. Utilizando las lecturas de actividad cerebral, los autores pudieron predecir con un 75% de precisión si alguien tenía un sesgo de atribución hostil alto o bajo, según el patrón de actividad en su vmPFC.
Los autores también encontraron que los participantes que exhibieron un sesgo de atribución menos hostil obtuvieron puntuaciones más altas en una encuesta que evaluó otro concepto psicológico, llamado complejidad de atribución. Mide la probabilidad de que alguien considere que puede haber muchas explicaciones complejas para ciertos comportamientos.
Como tal, «fomentar la complejidad atribucional podría ser una estrategia potencial para mitigar el sesgo de atribución hostil y, en última instancia, promover interacciones sociales más saludables», escribieron los autores en el artículo.
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