Cómo salvar a Xavi, por Joan Josep Pallàs

El Barça está en crisis. Xavi Hernández pasa uno de sus peores días como entrenador cuando menos lo esperaba. Lo suyo fue un aterrizaje forzoso, por lo que en la primera temporada disfrutó del entendimiento general para lograr un objetivo mínimo: clasificar a su equipo para la Liga de Campeones. En el segundo ganó la Liga y en el tercero se prometió a sí mismo y a todos los que le preguntaban que llegaría la conquista del “cómo”, palabra clave en las ensoñaciones de los paladares cruyffistas y guardiolistas de los que Xavi se consideraba heredero. No es ser así. Esta temporada ha salido alarmantemente mal. Es cierto que todavía no se han perdido títulos, pero también lo es que la caída de la Liga depende del próximo resultado en Mestalla y que en la clasificación para los octavos de final de la Liga de Campeones ha habido poco éxito: el El grupo era sencillo (cuando no lo era (en las dos últimas ediciones se hablaba de mala fortuna hasta la saciedad) y ha habido derrotas ante el Shakhtar y Amberes, ambas decepcionantes por cómo se dieron. El lobby guardiolista ha empezado a renegar de Xavi y Por su parte Xavi, que se toma fatal lo que considera una deslealtad, se ve desorientado por la falta de finura y rapidez de su proyecto. El técnico de Terrassa se ha quedado sin discurso porque sus futbolistas no le responden. Se enreda en declaraciones extemporáneas. «, como si no hubiera imaginado llegar tan lejos. Su equipo no sólo juega peor, sino que ha perdido la solidez que le ayudó a ganar la Liga. Es demasiado fácil marcar goles. Girona cuatro, tres en Amberes.

Ante esta situación crítica, no faltan directivos y ejecutivos que despotrican contra el entrenador y se lo susurran al oído a Joan Laporta, pero toda esa comitiva que rodea al emperador y le parasita no tiene poder de decisión. El mandato de Laporta es personalista para bien y para mal. Y el presidente no piensa destituir a Xavi, prefiere esperar. El miércoles por la mañana ambos se reunieron en el hotel de Amberes durante dos horas. Hubo muchas más risas que tensión. Ayer, tras la derrota, el presidente animó a los jugadores y al técnico. “No se preocupen, esto lo arreglaremos”, les dijo uno por uno. Deco, un director técnico mucho más intervencionista que Jordi Cruyff, respalda la opinión del presidente.

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El segundo mandato de Joan Laporta ha tomado la forma de un destructor de mitos. Leo Messi, el mejor jugador de la historia del club, se sintió estafado dos veces. Y Ronald Koeman, autor del gol que ganó la primera Copa de Europa en Wembley, fue destituido con humillación incluida cuando le buscaron un sustituto delante de sus narices cuando aún era entrenador. Xavi Hernández, uno de los futbolistas más respetados del Barcelona, ​​era la última esperanza para rescatar al primer equipo, la versión más cercana a un nuevo Guardiola. Hoy es una figura objeto de críticas, apoyado hasta ahora firmemente por Laporta pese a que le costaba apostar por él porque le veía verde. Le prefirió para el filial cuando hacía campaña para la presidencia.

Despedir a Xavi significaría matar a otra leyenda y abrir un enorme interrogante a mitad de temporada. ¿Y ahora eso? El activo de Rafa Márquez es de altísimo riesgo. El mexicano no tiene experiencia y su fracaso tendría un efecto letal para Laporta, amparado hasta ahora por las masas sociales. La desafección es otra amenaza. La crisis económica se presenta como una nube negra instalada sine die sobre las oficinas.

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FC Barcelona

Xavi Hernández se considera un hombre de club. Pero la línea entre ser solícito y sumiso no se ha medido bien. Desde su llegada se ha tragado sapos de buena fe, instado por un equipo directivo que abusó de la dialéctica victimista mientras, tras patear a Messi, firmaba por este orden a Ferran Torres, Raphinha, Lewandowoski y Vitor Roque, un melón para abierto. Estamos hablando de más de 200 millones de euros.

La autoridad de Xavi se ha visto erosionada por varios episodios. Dos ejemplos recientes: 1) el traspaso de João Félix calzado por el presidente y Deco; y 2) lo absurdo de la lista de convocados de Amberes, hecha pública por el técnico y posteriormente modificada tras una conversación con el presidente.

Alérgico al conflicto, Xavi no ha marcado territorio. Su amistad con el presidente le ha condicionado a la hora de poner límites. La pérdida de autoridad es peligrosa. Los jugadores lo huelen, ya que siempre se salvan antes que el entrenador. Xavi busca líderes en su vestuario y no los encuentra. Está cada vez más solo.


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