A Carlos Arreola y Jaime Serra
Solo nado en el mar. Los que me conocen saben que, de los dos significados que se le pueden atribuir a esta frase, solo uno es verdadero.
Aunque mi equipo me vigila desde un barco en las travesías, es cierto que en el mar voy sin más compañía que mis pensamientos.
No es cierto, en cambio, que solo bracee en el mar.
Vivir en la Ciudad de México lo hace imposible, y el río Las Estacas se ha convertido en mi segundo hogar. Sin embargo, para los que no me conocen, la frase es ambigua, y esta ambigüedad es lo que provocó el resurgimiento del debate en torno a la tilde en “solo” cuando se usa como adverbio.
Recientemente, la Real Academia Española introdujo una aclaración en la norma vigente al respecto: que, en caso de ambigüedad, el uso de la tilde se deja “al criterio del escritor”.
En la práctica, para disgusto de los “tildistas” —como los llama Sergio C. Fanjul en El País—, no hay cambio.
La tilde nunca es necesaria y sólo (o sólo, para que no me tachen) se admite en casos de ambigüedad.
La polémica coincidió con una reunión que tuvimos con el equipo editorial de un nuevo libro en el que estoy trabajando, ahora dirigido a adolescentes.
Uno de los temas que discutimos fue la puntuación en el manuscrito: si el uso de puntos reduce la fluidez del texto, si agregar comas en ciertas oraciones provoca una lectura más lenta y fragmentada, si el efecto que queremos lograr en el lector no se pierde con las modificaciones… Afortunadamente la discusión en la reunión no fue tan impetuosa como otra que viví cuando era servidora pública.
Escribir una nota reflexiva podía ser un calvario, sin importar el rango uno, pero los estándares eran tales que una vez vi a dos secretarios de Estado debatir durante una hora sobre si usar una coma o un punto y coma. en una frase.
Ambos obstinados, la única forma de resolver el conflicto era consultar a la profesora Martha Elena Venier, de El Colegio de México, para que dictara el veredicto.
A pesar de su aparente inconsistencia, estas discusiones se vuelven tan apasionantes porque el idioma importa, porque luchamos por expresarnos de la manera que queremos, porque la forma en que nos comunicamos es parte de lo que nos define como individuos y como sociedad.
Cuando un niño no adquiere las habilidades básicas de alfabetización en la escuela, como es el caso de muchos hoy en día, todo eso se pone en riesgo. Ojalá tu derecho a la educación, a no quedarte atrás, se defienda con tanta vehemencia como el uso —o no— de acentos y comas
POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO
CAMARADA
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