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El resurgimiento de la extrema derecha y otras fuerzas populistas es preocupante para las democracias liberales en toda Europa, pero en ningún lugar más que en Alemania, por razones históricas obvias. El avance del domingo del partido euroescéptico y antiinmigración Alternativa para Alemania en las elecciones regionales en dos estados occidentales confirmó que su atractivo ya no se limita a los votantes descontentos en el antiguo este comunista.
El 18,4 por ciento de los votos del AfD en Hesse y el 14,6 por ciento en Baviera no fue una victoria aplastante, pero sí un terremoto político alemán. Su promedio nacional en las encuestas se acerca al 22 por ciento, lo que lo convierte en el segundo partido más popular detrás de los demócratas cristianos. La noción de que el voto de AfD alcanzaría un techo de una quinta parte del electorado debido a su limitado atractivo en el oeste liberal y más próspero del país ha quedado destrozada.
La AfD se fundó hace una década como un movimiento de protesta conservador contra los rescates de la eurozona a Grecia y el centrismo de Angela Merkel, canciller demócrata cristiana durante 16 años hasta 2021. El partido perdió escaños en las elecciones federales de 2021. Pero la crisis del costo de vida, las preocupaciones sobre la inmigración, la controversia sobre una nueva prohibición de las calderas de gas y la oposición a armar a Ucrania han impulsado su recuperación. La naturaleza caótica del gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales no ha hecho más que agudizar su atractivo.
Es probable que el AfD derrote a la oposición en las elecciones regionales del próximo otoño en tres estados del este de Alemania (Sajonia, Turingia y Brandeburgo). Los otros partidos pueden verse obligados a formar alianzas incómodas para mantenerlo fuera. Esa perspectiva ha planteado inevitablemente la pregunta de si es hora de empezar a trabajar con el AfD al menos a nivel local: ¿qué mejor manera de desactivar la amenaza que exponer sus promesas vacías en el poder u obligarlo a moderarse? Esto podría resultar especialmente tentador a nivel municipal o regional, donde el partido puede hacer menos daño.
Hay dos argumentos en contra de esta opción. En primer lugar, no se garantiza que funcione. El Partido de la Libertad, de extrema derecha, de Austria implosionó en un escándalo de corrupción cuando estaba en coalición con el centro derecha, pero ha vuelto a situarse en lo más alto de las encuestas. Más importante aún, el AfD no es un partido europeo de extrema derecha cualquiera. Se ha vuelto más radical a medida que ha crecido su popularidad. Los intransigentes están a cargo. La inteligencia alemana considera extremistas a elementos como su ala juvenil. Es servilmente pro-Kremlin. Utiliza habitualmente tropos antisemitas y xenófobos y su desprecio por la democracia representativa de Alemania es evidente.
Sin embargo, mantener el cortafuegos alrededor de AfD no es suficiente: los partidos tradicionales también deben cambiar su forma de comportarse. Friedrich Merz, el líder demócrata cristiano, ha tratado de desinflar al AfD imitando parte de su retórica. Es una estrategia fallida, como ha demostrado habitualmente en otras partes de Europa.
Aún así, es necesario abordar las preocupaciones de los votantes de AfD, sobre todo la inmigración. Alemania necesita más trabajadores. Pero incluso el canciller Olaf Scholz admite que el número de personas que buscan asilo en el país (unas 450.000 desde principios del año pasado, además de 1 millón de refugiados ucranianos) es demasiado alto.
Las nuevas normas de asilo en toda la UE podrían ayudar a compartir un poco la carga, pero Alemania debe acelerar el procesamiento de los solicitantes de asilo. Es posible que sea necesario limitar el acceso a los beneficios en efectivo. Un pacto entre partidos para endurecer las normas de asilo ayudó a desactivar una amenaza de extrema derecha en 1993; vale la pena repetirlo.
Por último, el gobierno de coalición debe volverse menos disfuncional. Las disputas sobre políticas con demasiada frecuencia salen a la luz. La falta de disciplina colectiva y de liderazgo por parte de Scholz significa que las decisiones llegan tarde y a menudo se comunican mal. Los resultados del domingo sirvieron como un repudio público a los partidos gobernantes y una advertencia del peligro que se avecina.
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