¿Es el museo un habitación para niños Si nos basamos en la concepción de este recinto como un lugar público, definitivamente sí, todas las personas son bienvenidas. Sin embargo, no todos comparten esta visión. Para algunos, la presencia de bebés y niños puede interferir con la experiencia personal e íntima que buscan tener con la obra de arte. Aquí se enfrentan dos grupos que representan un amplio espectro de visitantes a estos espacios.
Con la democratización de la cultura del siglo XVIII, comenzó un largo proceso en el que museo y sociedad han sufrido cambios en su relación. Antes de los museos, existieron las colecciones privadas o los llamados gabinetes de curiosidades, a los que sólo podía acudir la nobleza o la élite.
Posteriormente, con el movimiento ilustrado, el museo surge como una institución pública con dos objetivos principales: preservar el patrimonio cultural de la nación y ser un lugar de educación. En el siglo XIX, algunos de estos espacios estaban destinados principalmente a académicos, con acceso limitado a ciertos días y se requería permiso.
En la década de 1920 se intensificó la apertura de los servicios museísticos a toda la población, especialmente a principios de la década de 1970. La visión de la tienda se transformó en la de un espacio polifacético y educativo, siempre buscando innovar en formas de atraer a un público cada vez más variado. La nueva museología entendió que el visitante era tan importante como el objeto expuesto.
Existen diversos estudios dedicados a analizar los diferentes tipos de público que acuden a los museos en la actualidad. Un estudio particularmente interesante fue realizado por Eliseo Verón y Martin Levasseur para él Centro de Arte G. Pompidou en 1983, en el que hicieron una analogía comparando a los visitantes con los animales: las hormigas son las más disciplinadas y las que siguen instrucciones con soltura; las mariposas son las que pasean libremente por las exposiciones; los saltamontes visitan únicamente las obras destacadas, ya que disponen de poco tiempo, y por último están los peces, que se mueven desorientados y con cierta desconfianza dentro de este espacio. ¿Y los más pequeños?
Muchos niños muestran una curiosidad innata y una voluntad de explorar que pueden ser alimentadas por experiencias educativas. Este enfoque requiere una inversión significativa en recursos y personal, pero los beneficios en términos de promover el interés, el aprendizaje y la creación de seguidores leales pueden ser considerablemente grandes.
Cuando los niños no van al colegio, suelen ir con sus familias, por lo que los museos deben ser conscientes de las necesidades prácticas de este tipo de público y adaptar sus instalaciones para satisfacerlas. Existen diferentes modelos y objetivos que persigue cada propuesta museística. La atención meticulosa a estos detalles puede ayudar a que las visitas sean más placenteras y menos estresantes para todos, lo que aumenta la probabilidad de que regresen.
POR IGNACIO ANAYA
COLABORADOR
@Ignaciominj
MAÍZ
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