Entonces, por más que los marxistas desmoronen su tótem del socialismo real en 1989, no viajan a Marte y reconvierten -de comunistas se declaran socialistas del siglo XXI, y luego globalistas progresistas- a los sucesores en el título del capitalismo del siglo XX que convertirse en discípulos de Antonio Gramsci y Theodor Adorno. Juntos han librado una guerra contra sí mismos y dentro de Occidente, dejando atrás las sólidas culturas judeocristianas y declarándose ambos adherentes al relativismo moral, tanto social como políticamente.
Para escándalo de Marx, su pueblo se ha convertido en salvajes capitalistas y ha depurado para ello los negocios transnacionales y desregulados del narcotráfico; También han secuestrado la democracia y el estado de derecho, pero sólo para imponer su voluntad arbitraria sobre espacios de poder inmunes a las normas de la ortodoxia occidental. Al fin y al cabo, es una corriente que no presta atención a las superestructuras y abraza, por ejemplo, a gobiernos como el de El Salvador sin que, por eso, quienes escuchan desde perspectivas y categorías antiguas, puedan decir que un miembro de el izquierdista Foro de São Paulo.
La derecha actual es una etiqueta artificial, descriptiva y útil, utilizada por quienes avanzan por los caminos del deconstructivismo ético-político señalados para descalificar a sus oponentes. Incluso identifica a las izquierdas del pasado o partidos de extracción socialista democrática o de centro democrático o humanistas cristianos, que aún creen y mantienen esas premisas «universales» que han de armonizar particulares y diferencias; que, concretamente, limite la guerra del hombre contra el hombre a partir del reconocimiento de la inviolabilidad de la dignidad de la persona humana.
Hasta ayer se acusaba de derecha al poder económico, comercial y financiero. Ahora, en esos espacios conviven los miembros del Foro Económico Mundial con los rusos y chinos y el socialismo progresista. Todos en uno defienden los contenidos del referido credo que, de manera incipiente, los alabarderos paulistas y los del actual Grupo de Puebla junto al Partido de la Izquierda Europea elaboran en su praxis, con sustentos teóricos tomados del neomarxismo. escuela de Frankfurt e incluso de documentos apostólicos recientes.
Quien lea el más reciente documento emitido por la satrapía rusa y el régimen chino en vísperas de la actual guerra contra Ucrania, apreciará que las reglas que trazan para la Nueva Era convergen en una misma cosa: Globalización y gobernanza digital en lo económico, comercial y financiera – privilegiando las transacciones dentro del Pacífico – mientras cada Estado y cada nación, desmembrada por fronteras hacia el interior de Occidente (grupos identitarios, raciales o de género), tiene que decidir qué entiende por democracia y derechos humanos. Son asuntos suyos, fuera del debate de la comunidad internacional, como sostienen los gobernantes de las mencionadas dictaduras del siglo XXI.
Las consecuencias no son difíciles de predicar. Naciones cultural y afectivamente desmembradas: Venezuela es un laboratorio que ejemplifica (¡venezolanos de afuera que no nos dicen cómo resolver nuestros asuntos a los de adentro!), la república, como expresión política de eso, no es más que un artificio transable. , ajeno a los ciudadanos. Y la nación, sin líderes capaces de reconstruirla moralmente, meros funcionarios del “trabajo en red”, se convierte en un rompecabezas de sobrevivientes. Así, el modelo en marcha y compartido entre la izquierda y la derecha de ocasión cierra su cuadratura.
Simbólicamente, podría decirse que la izquierda política que quedó huérfana tras la muerte de la Unión Soviética y opta por seguir siendo huérfana, convenciendo a quienes la siguen de que ellos también son huérfanos, y evitando, como una hija pródiga, cualquier regreso a de la mano de un occidente judeo-cristiano cuya paternidad avergonzada, a partir de ahora ha decidido triunfar de la mano del poder económico y el capitalismo digital.
Athena, o Minerva, lleva Nike, símbolo de la victoria, en su mano derecha. En su mano izquierda descansa una lanza y un escudo con el héroe-serpiente que representa a Erichthonius, hijo de la violencia carnal. Es el estigma o la frustración a cuestas que los amigos latinoamericanos de Rusia y China intentan dejar atrás, ante el dilema de una guerra que les llega sin memoria y les muestra otra utopía.
El Holocausto y su ejemplaridad están siendo enterrados.
En la era de lo instantáneo, 1945 y la Segunda Gran Guerra se ven como papeles crípticos y medievales. China y Rusia, sin embargo, reclaman eso sí, la revisión de sus resultados. Exigen una redistribución de espacios «culturales» y de poder que les devuelva lo perdido, independientemente de la razón de humanidad. Ha llegado el capitalismo de vigilancia digital y nuclear.