esta semana el patrulla fronteriza de estados unidos reaccionó disparando balas de goma contra migrantes venezolanos que entró indocumentado a ese país por la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso, Texas. Según algunas de las versiones, este grupo de migrantes realizaba una manifestación pacífica, mientras que las autoridades migratorias justificaron su accionar argumentando que no tenían autorización para cruzar la frontera y que la manifestación se tornó agresiva, por lo que se decidió repeler entrada. con esos proyectiles menos letales.
El hecho se produce después de lo pactado entre los gobiernos de mexico y estados unidos en octubre pasado, como parte del compromiso de ese país de recibir 24.000 venezolanos por vía aérea, cuando apenas en la primera semana del acuerdo, México ya había recibido alrededor de 5.000 venezolanos expulsados por Estados Unidos. Según sus cifras, al menos el 25% de la población venezolana ha salido del país sudamericano en busca de mejores condiciones de vida desde 2014.
Es imposible hablar de migración y solo como un tema local o exclusivo de México, las movilizaciones actuales requieren de un análisis hemisférico, el cual, lamentablemente, no ha sido manejado de manera limítrofe desde dentro de las fronteras venezolanas ni hacia afuera. Lamentablemente, vemos con más normalidad el fenómeno representado por las crisis humanitarias que acompañan a las grandes movilizaciones actuales y las implicaciones multisectoriales que conllevan tanto para los países de origen como para los de destino.
Esta es una posición muy compleja, mientras el fenómeno migratorio no sea considerado una prioridad social y política en la agenda continental y se sigan intentando menospreciar el papel que juegan estas poblaciones en todos los ámbitos, no habrá soluciones de fondo. Hoy vemos el flujo de migrantes venezolanos como un problema en la frontera por la incapacidad estructural para asimilar la presencia de poblaciones migrantes en la región, traducida en violencia, desempleo, inseguridad y corrupción. Sin embargo, los mexicanos que viven en los Estados Unidos representan el mismo problema dentro del establecimiento conservador paradigmático de ese país.
Más preocupante aún, hoy el gobierno mexicano se presta a ejecutar la política exterior de Estados Unidos al servir como primer filtro migratorio desde las fronteras del sur hacia Centroamérica. Ese mismo gobierno que se cuelga como medalla de orgullo que una de las mayores fuentes de ingresos de México son las remesas que llegan del exterior.
El papel que ha decidido jugar el gobierno no solo contribuye a las violaciones a los derechos humanos, sino que amenaza lo que representa para nosotros como sociedad que históricamente ha expulsado migrantes hacia Estados Unidos. No somos capaces de priorizar dentro de nuestras fronteras las mismas demandas de nuestros compatriotas fuera de nuestras fronteras.
Es una lección que no vamos a aprender, como no la han aprendido en el norte, porque nos muestra nuestras carencias más básicas, la falta de empatía por la necesidad humana y las aspiraciones de lograr una mejor calidad de vida, aunque sea es la vida misma la que lo deja seguir.
POR AZUL ETCHEVERRY
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@AZULETCHEVERRY
MAAZ
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