Tomás es director de una multinacional. Lidera una pequeña tabla de seis líderes de área pero cualquier reivindicación de su equipo le asusta. Odia con toda su alma que gestione los conflictos. Tiende a estar de acuerdo, siempre para salirse de la discusión. Él huye. Él es todo lo contrario de ser arrogante. Es un pseudocomandante indeciso al que la tripulación le falta el respeto. No es necesario erosionarlo, se desgasta solo. Juega a ser el «buen rollo», el jefe cercano. Pierde legitimidad a cada paso.
Estamos ante una generación de líderes que, como sufrieron de jefes autoritarios en el pasado, en contraste, quieren no serlo. Esto pone innumerables palos en la rueda para la evolución de equipos que, en lugar de navegar, van a la deriva. Este tipo de líderes tienen ciertas características:
liderazgo natillas
Estos líderes volubles producen confusión por la falta de arraigo en sus propias decisiones. Son flácidos en su determinación y siempre anteponen evitar problemas. Juegan interminables consensos, mientras los integrantes de su equipo sueñan que una vez en la vida darán un golpe sobre la mesa y tomarán una miserable decisión. Tontos, eso nunca sucederá. Este tipo de líderes siempre prefieren diversificar su riesgo. Asustados, juegan al “no fui yo, fue el equipo”.
fronteras porosas
En una ruta, es crucial tener señales de tráfico que nos orienten. Lejos de ser invasivos y totalitarios, son los que nos permiten llegar a nuestro destino sin estrellarnos. Lo mismo sucede en el ámbito laboral, los límites nos ayudan a dar previsibilidad a las acciones, a dirigir equipos y a conseguir los objetivos que nos proponemos. Los límites son nuestros amigos. Estos líderes creen que casi todos los límites pueden ser vistos por su equipo como una especie de acto represivo que hiere de muerte a la intocable dama de moda: la diversidad. Prefieren chocar para poner un límite que les deje el apodo de «verticalistas». ¡Bruto!
empatía infantilizada
Tener empatía implica comprender y escuchar a los demás. Intentar ponernos en su lugar. No tiene nada que ver con aceptar cualquier rabieta irracional o cambiar de rumbo porque al quisquilloso de turno, sin más argumentos, de repente no le gusta. Escuchar a los demás no es hacer lo que ellos quieren. Estos líderes pusilánimes quieren dar la imagen de estar disponibles, pero terminan sumisos a cualquier reclamo. Juegan a ser buenos, pero, en verdad, son unos cobardes.
miedo a que todo se intensifique
Miedo a que todo se intensifique. En el inconsciente de estos jefes todo puede volar por los aires en su detrimento. Se atormentan pensando que alguien superior puede descubrir que su equipo no está contento porque no los escuchó lo suficiente. Este miedo es el telón de fondo de sus acciones. Su fláccida cordialidad es una pantalla contra el miedo. Como creen que decir “no” los hace parecer autoritarios, dicen “sí” a todo. Por lo tanto, no tienen ningún «sí» real. Porque si una persona siempre dice que sí, es que no sabe adónde va. Un jefe o jefa que siempre asiente con la cabeza es muy peligroso. Quien no sabe decir “no”, no sabe decir “sí”.
inseguridad extrema
Como puede verse, estos sujetos son altamente inseguros. No tienen la determinación de mantenerse en curso. Modifican su destino según los comentarios y sensaciones térmicas del entorno. Son volátiles porque su inseguridad les hace fluctuar hacia donde les lleva el rumbo momentáneo. No son salmones que nadan contra la corriente, son ramitas frágiles que zigzaguean a la deriva. Con un agravante letal, los osos gigantes que merodean por el río se dan cuenta y saben aprovechar esa endeble incoherencia.
Conclusión
En conclusión. Vulnerabilidad no es fragilidad. Fragilidad no es lo mismo que vulnerabilidad. Una cosa es compartir lo que uno siente, no levantar muros emocionales y animarse a expresar emociones en público. Otra, muy diferente, es ser una veloz veleta que cualquier brisa la mueve a quién sabe dónde. Eso no es vulnerabilidad, sino mendicidad afectiva, una necesidad desmedida de afecto que desemboca en el más fútil deambular. Esto toca las placas tectónicas del asunto: en estos líderes hay un orfanato que no ha sido sanado. Este tipo de líderes están rotos por dentro.
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