Uno de los principales problemas que vive hoy el mundo es el control de sus fronteras que ponga fin a las migraciones ilegales. Es necesaria una política común en materia de migración para controlar los flujos de personas que huyen de sus países de origen en busca de mejores oportunidades, tratando de escapar de la inseguridad y la precaria situación económica que allí reina. Pero, ¿cómo han impactado estos flujos migratorios en el comercio internacional?
El fenómeno de la migración tiene dos vertientes que abordar, reales y complejas: por un lado, la necesidad de los inmigrantes de incorporarse a la fuerza laboral de los países industrializados; y por otro, la situación xenófoba que los migrantes provocan en los ciudadanos y que muchas veces es alentada por políticos que buscan captar votos.
Países como Estados Unidos y la Unión Europea necesitan desesperadamente inmigrantes. Carecen de trabajadores experimentados y, en algunos países, de mano de obra para hacerlo todo. La población está envejeciendo, disminuyendo y se está abriendo una brecha entre el aumento de las pensiones y la caída de los tipos impositivos; O, como en Estados Unidos, sus jóvenes no están dispuestos a trabajar en fábricas siguiendo horarios como los que tenían sus padres. Saben que los inmigrantes pueden ayudar a llenar ese vacío, y detener la inmigración ilegal ha sido prácticamente imposible durante décadas.
Por ejemplo, un informe de la División de Población de las Naciones Unidas estimó que, si las mismas tasas de natalidad y mortalidad continúan en la Unión Europea, se necesitarán una media de 1,4 millones de inmigrantes al año entre 2001 y 2025, para mantener constante la proporción entre población económicamente activa y la que no lo es. Entonces, si las cifras defienden la necesidad de recibir inmigrantes, vale la pena preguntarse si estas sociedades están preparadas y dispuestas a coexistir con estas minorías de diferentes culturas. ¿Existe la posibilidad de una convivencia multiétnica, multicultural y plurireligiosa? El problema se agrava cuando vemos que en todo Occidente las disputas sobre los derechos de los inmigrantes, los pueblos indígenas y otras minorías culturales están desafiando muchos de los supuestos que han gobernado la vida política durante décadas.
Ahora sabemos que las cuestiones de migración y asilo se encuentran entre las más destacadas en la agenda de los países industrializados. Las cuestiones de migración y asilo han ganado mucha fuerza en los últimos años, pero hasta la fecha, las iniciativas para una política común en este sentido han chocado con la necesidad de un presupuesto bien establecido.
Durante décadas se ha hablado de una Política Común de Inmigración Ilegal, destacando seis áreas de posibles acciones destinadas a prevenir y combatir la inmigración ilegal: 1. Política de visados; 2. Infraestructura para el intercambio de información, cooperación y coordinación; 3. Gestión de fronteras; 4. Cooperación policial; 5. Derecho de Inmigración y Derecho Penal; 6. Política de repatriación y readmisión. Pero lo más importante radica, como ha señalado el presidente Andrés Manuel López Obrador, en promover y apoyar acciones en los países de origen y tránsito, teniendo en cuenta la política de derechos humanos.
Estas acciones deberían incluir un intenso intercambio de información, transmisión de conocimientos y apoyo financiero a los esfuerzos de control justificados, e intensificar sus esfuerzos de vigilancia. La Unión Europea reconoce que la inmigración debe existir dentro de un procedimiento legal transparente que gestione eficazmente los flujos migratorios y evite cualquier distorsión de la competencia.
Entonces, respondiendo a la pregunta inicial, es necesario afirmar que la migración puede tener varios impactos en el comercio internacional. Por un lado, contribuye al crecimiento económico en los países de destino al aumentar la fuerza laboral y el consumo. Esto, a su vez, puede impulsar la demanda de bienes y servicios, promoviendo el comercio. Por otro lado, la migración también puede afectar a los países de origen, ya que pierden habilidades y mano de obra calificada. Sin embargo, la migración genera remesas, que son transferencias de dinero que envían los migrantes a sus países de origen, contribuyendo así a la economía local.
De hecho, un trabajo de diferentes profesores publicado por Norface Migraton, que analiza el impacto de los movimientos migratorios en el comercio internacional, concluye que las migraciones tienen un impacto positivo en los flujos comerciales: un aumento en el número de inmigrantes del 10% conducirá a una media de aumento del comercio del 1,5 por ciento.
POR JOSÉ IGNACIO ZARAGOZA A.
AGENTE ADUANAL, EXPERTO EN COMERCIO EXTERIOR
@IGNAQUIZ
CAMARADA
Continuar leyendo: Migrantes y comercio internacional, las cartas del futuro