Se suele empezar el año, -por costumbre o por inercia-, pensando en lo que pasó o no pasó el año anterior, y en paralelo añorando aquellas cosas o experiencias que creemos que deberíamos tener, porque sólo necesitamos eso para vivir. finalmente ser felices y realizados, y luego con ese nuevo logro o meta cumplida podremos tener el año de nuestras vidas.
Vivimos en una constante proyección desde la carencia, deseando en el anhelo y el vacío, desde la programación de lo que nos han dicho que tenemos que ser y tener, porque tal como somos y con lo que hemos logrado no somos suficientes; No somos la familia perfecta, no tenemos el trabajo o carrera que garantice nuestro éxito, no tenemos el cuerpo de nuestros sueños ni estamos lo suficientemente sanos, nuestra barriga es demasiado grande al igual que nuestra pereza para perseguir los sueños de la ambición. con el que por fin podremos sentirnos realizados y ser reconocidos.
No sé ustedes pero, después de una pandemia, y estos últimos años de observar el mundo en la dualidad, de luchar por territorios, de recursos para una energía sostenible o insostenible, de ver proyectos de civilización que destruyen ecosistemas y animales, de observar la demagogia en lo mejor, debatir por la razón, para ver quién es bueno y quién es malo, quién pierde y quién gana, tengo la sensación de que nos administraron cierta anestesia para observar el contenido que consumimos todos los días, niños y familias enteras muriendo en la ficción. mientras que al mismo tiempo, el sacrificio absurdo de conflictos históricos aparentemente interminables acaba con vidas en la realidad, además por supuesto de bailar la danza de una aspiración musical para las nuevas generaciones basada en nombres de diseñadores musicales. ropa, botellas de champagne y acumulación de billetes como mantras del futuro; Creo que si nos queda algo de humanidad, deberíamos parar. No tenemos derecho a querer nada, no pidamos nada, simplemente paremos.
Aprender a ser felices con las circunstancias es un ejercicio relacionado con la madurez y debe ser al mismo tiempo la máxima expresión de una sana comunicación interna, de un autoconocimiento desde la congruencia, si individualmente logramos ver desde dentro y dejamos de proyectarnos hacia el exterior, ahí en lo que necesito o que creo que me completará, en lo que le quito al otro, en lo que más acumulo para demostrar, o en qué más logro ver, y en su lugar vemos lo que somos. , lo abrazamos y nos reconocemos; Probablemente empezarán a suceder en el grupo cosas diferentes, más humanas, amables y positivas. No hay certeza de nada, pero no perdemos nada con intentarlo, con seguir siendo los románticos esperanzados que mantienen la luz encendida, por ejemplo; y por qué no para todos.
POR MÓNICA CASTELAZO
GERENTE SR. COMUNICACIÓN Y ASUNTOS CORPORATIVOS EN TEVA MÉXICO
X: @MONICACASTELAZO
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