En las próximas semanas, es previsible que las negociaciones para aumentar el techo de la deuda en EE.UU. sean el principal foco de atención de los inversores. Solo hay una tesorería para hacer frente a los pagos del Tesoro de EE. UU. hasta el 1 de junio, según Yellen. Dice que, en caso de no llegar a un acuerdo, habría un default (por defecto) de la deuda estadounidense.
La historia muestra que no necesariamente tiene que ser así. La ley sobre el límite de endeudamiento que puede emitir el Tesoro de EE.UU. fue creada en 1917. Desde entonces se ha incrementado más de 100 veces. Actualmente, el límite es de 34,4 billones de dólares. Dicho límite se alcanzó en enero de este año. La no elevación del límite implica que el Tesoro Público no puede emitir nueva deuda, excepto por los importes de los bonos a su vencimiento. Por lo tanto, debe ajustar los gastos a los ingresos.
Actualmente, los intereses de la deuda suponen alrededor del 13% de los ingresos del Tesoro. Para pagar dichos intereses el Gobierno americano debe recortar otros gastos. En 2011, ante una situación similar, habiendo alcanzado el techo de la deuda sin un acuerdo inicial para su expansión, el gobierno estadounidense cerró algunas agencias federales y envió temporalmente a sus hogares a los empleados públicos. Aunque no hubo incumplimiento de pago de la deuda, S&P rebajó la calificación crediticia de EE. UU.
Dada la tensa situación política en EE.UU., es previsible que un acuerdo entre republicanos y demócratas no sea fácil ni rápido, y provoque volatilidad y nerviosismo en los mercados financieros. Si desde 1960 ha habido 78 ampliaciones del techo de la deuda, sería una auténtica sorpresa que finalmente no se llegara a un acuerdo en esta ocasión.
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