El ascenso de la Ministra Norma Lucía Piña Hernández como el primero Presidente de la SCJN evocó suspiros de alivio y frustración. El presidente López Obrador estaba seguro de que podía imponer a la Ministra Jazmín Esquivel en ese cargo, como seguro de vida en lo que resta de este sexenio y en adelante, cuando se acumulen juicios por abuso de poder, corrupción, concierto para delinquir, corrupción y asociación delictuosa.
Su candidatura se vio frustrada por el descubrimiento de plagio de su tesis de licenciatura, en complicidad con su asesor de tesis. Esa revelación también reveló una red de corrupción dentro de la propia Universidad Nacional Autónoma de México. Pero esa es otra situación. El caso es que Palacio Nacional se quedó sin una candidatura viable para cubrir las espaldas del Presidente. Todos deberán enfrentar los juicios y valoraciones político-jurídicas de sus decisiones y acciones: el Presidente fuera del poder y el Ministro como paria en los pasillos de la SCJN.
Su desesperación por llegar a la Presidencia fue tal que cometieron el pecado capital de todos los políticos: mentir, mentir y mentir, incluso obligar a otros a mentir por ti, para tratar de quitarte de en medio. Pero cada vez que mentían, se hacía más y más obvio que estaban mintiendo. Y luego mintieron más para encubrir sus mentiras anteriores.
Ese enredo se desplegó con la votación realizada el 2 de diciembre, que produjo una votación que sorprendió a propios y extraños. Ni el favorito del presidente ni el “ministro más rico de todos” ganaron las elecciones. Ganó Piña, una Ministra que se postuló para ese cargo pero pocos habían pensado seriamente en la posibilidad de que ella ocupara el cargo. Los dos “faros” del proceso, el Presidente de la República y el Presidente saliente, apoyaron a otros candidatos.
No puedo afirmar que el Ministro Presidente no tenga intereses ni compromisos, ¿quién no los tiene en esta vida? Pero ciertamente se rompe un círculo compacto que quería proteger a los dos presidentes salientes, Zaldívar y López Obrador.
Al conocer que asumiría la Presidencia de la SCJN, la ministra Piña destacó que es la primera vez que una mujer está al frente de la Corte, lo que rompe con las dificultades que han tenido las mujeres para acceder al más alto cargo del Poder Judicial.
Se escuchó un suspiro de alivio cuando se anunció el resultado de la votación dentro de la Corte. Fue un alivio sentir que uno de los Poderes del Estado era capaz de tomar decisiones que convenían a la sociedad mexicana, y no simplemente al grupo en el poder.
Este es un sexenio en el que el Poder Legislativo viola constantemente la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sin vergüenza, incluso disfrutándola conscientemente. El desprecio por el estado de derecho se ha convertido en una costumbre entre senadores y diputados por igual. Incluso, el máximo representante de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, lamentó el voto de su partido al Plan B, declarándolo violatorio de varios de sus incisos de la Carta Magna que nos rige.
Sabiendo que esto viola la Constitución, todavía votan con su mayoría en el Congreso para aprobar leyes electorales que favorezcan a su partido. Ese espíritu de desconocer conscientemente la Constitución para imponer «su ley» tiene un claro hedor golpista.
Por lo que la elección de una reconocida jurista constitucional como Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien además viene de haber hecho carrera dentro del Poder Judicial, es motivo justo para que nos regocijemos por su designación. En tiempos de fuerte presión del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo hacia el Poder Judicial, la Ministra enfrentará los desafíos más importantes de su vida. Rápidamente designó al Ministro Pardo como Presidente de la Primera Sala, encargado de todo lo relacionado con lo civil y penal. Y en la Sala Segunda, nombró al ministro Pérez Dayán, encargado de conocer de los asuntos administrativos y laborales.
Si bien es difícil actuar y razonar como si estuviéramos en tiempos normales, porque no es así, es necesario asumir que la SCJN actuará con equilibrio constitucional en los casos que conozca y resuelva. Sería un error asumir, y mucho menos exigir, que es una ministra opositora al gobierno de López Obrador. No es el caso, ni debería serlo. Es una Ministra que se guiará por los preceptos constitucionales de cada caso y situación. Que moderación y equidad es lo que exige la República desde hoy.
Bajo estos preceptos, la revisión de los muchos casos que han sido impugnados que la mayoría morenista aprobó sabiendo que violaba la Constitución, debe revisarse lo antes posible para darle al país el equilibrio y la serenidad que se merece. Podríamos estar ante la lección más importante para la sociedad mexicana acostumbrada a tergiversar la ley, poco o mucho.
La lección sería que el estado de derecho y la Constitución son la última y más importante barrera que nos mantiene sanos y democráticos. Presumir que podemos saltar esa barrera y escapar de vivir sin reglas es como suponer que la sociedad se tragará las mentiras del ministro Esquivel.
Debemos felicitar a la SCJN por haber devuelto a México al camino de la cordura y la paz social. Ni mas ni menos.
POR RICARDO PASCOE
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep
MAÍZ
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