Es cierto que hemos tenido un siglo de avances trascendentales, sin embargo, en él han pasado cosas que pensábamos que eran sólo del pasado. Haciendo un reportaje de estos podemos notar que internet nos desconectó mucho de nuestra simbiosis humana.
Efectivamente, se han producido miles de beneficios, pero también empezamos a desarrollar una pandemia que teníamos antes del COVID. Se llama Depresión, y esta tiene su origen en una serie de emociones, pensamientos y sensaciones desafortunadas. El primero de ellos es la soledad. En un mundo rodeado de gente; no tienes con quien hablar, tus logros, tus desgracias. Esta nueva forma de aislamiento se da cuando se invierten los valores, es decir, se aman las cosas y se utilizan las personas. Le sigue el peor pecado capital, se llama envidia, es el que mayormente daña a la persona que lo padece, porque envenena su entorno y erosiona su ser, pues en lugar de involucrarse en su propia experiencia, le causa daño. como este mismo. Y esto es muy común, lo puedes detectar fácilmente, cuando alguien critica falsamente el esfuerzo o creación de otra persona, sin haber realizado un trabajo similar. De ahí viene otra paradoja, que acompaña a la envidia; Se trata del egoísmo, muy común en estos días, donde se pretende mostrar o ser empático, solidario o amable, siendo un gesto de interés propio, y por tanto, ilusorio y efímero.
La percepción es engañosa. Nos movemos con mucha frecuencia, pero con esa misma temporalidad nos alejamos de ella. Confundimos la felicidad con una sensación placentera continua, y eso seguramente resultaría muy extraño para la mayoría de las personas que, hace muchos años, vivíamos lejos de nuestra vida actual de progreso multidisciplinar y conexión internacional, que nos debe llenar de alegría. Ya que esas personas tenían una visión diferente de la felicidad; ya que la plenitud no dependía de tener emociones ininterrumpidas, ni de la falta de sufrimiento. Todo formaba parte del complemento que hace la vida perfecta.
Hoy el libro de Victor Frankl, «El hombre en busca de sentido». Es más conocido que en la década de 1980, pero mucho menos comprendido. Sin ser, quien le dice a la persona que tiene la verdad sobre lo que disfrutó, sintió, sufrió o vio. Pero con la enorme ayuda de libros y documentales, donde sus palabras lo describen, puedo acercarme mínimamente a lo que enseña. Es una obra en la que demuestra que, a pesar del sufrimiento extremo que otros seres humanos le causaron a él, y a miles de personas más. El Dr. Frankl sitúa su felicidad en esos momentos de introspección, en los que pensaba en la familia, y en el simple disfrute de la cercanía humana. Esas fueron las fortalezas que lo hicieron salir con vida de aquel atroz suceso.
Si lees el Diario de Ana Frank, lo que te hace continuar la historia, a pesar de lo catastrófico que describe, es su enorme optimismo hacia el amor y la comprensión. El recuerdo de estar en familia; hizo que la pequeña habitación donde se escondía dejara de serlo con sólo escribir. Ensanchar el alma es algo que hizo felices a muchas generaciones pasadas, pero esto se está perdiendo hoy, lleno de lagunas.
Claro, Mandela no pensó que estar en la cárcel injustamente lo llevaría a la fama años después. La suya fue una lucha planteada desde la integridad de la libertad humana. Podría haber muerto en los primeros años que estuvo en prisión, y el mundo ni siquiera se habría enterado.
Qué tal si te cuento sobre Sixto Rodríguez. ¿Has oído hablar de él? Inspiró todo un mundo de resistencia en Sudáfrica, con solo dos discos, «Cold Fact» (1970) y «Coming from Reality» (1971), desde esos años. Se enteró hasta 1997, cuando unos jóvenes se interesaron por su historia y fueron a buscarlo. Una historia increíble, tan mágica. Lo más increíble es que en su Detroit siguió siendo un obrero.
¿Cómo podemos encontrar nuestros caminos?
Una serie de factores pueden ayudarnos a sentir la vida. Deja atrás la idea de que toda nuestra felicidad depende de que algo suceda. Pensar así es querer controlar la incertidumbre y nadie puede.
Permita que nuestro cuerpo sea consciente de sus sensaciones en el ahora.
Escucha atentamente las nuestras, y por supuesto, las de los demás. Para luego construir diálogos que alimenten nuestra vida de una manera verdadera.
Deja de pensar en el futuro, porque te genera ansiedad, y en el pasado, porque te genera depresión. Es más difícil de lo que parece.
Ampliarnos con ideas diferentes, en otros campos del conocimiento, para alimentar la creatividad.
Pensar que la fama, las redes, los likes, nos dan felicidad, es como tener un banquete lleno de comida deliciosa, pero de plástico, no hay forma de disfrutarlo.
La desconexión y el aislamiento no es soportable para la comunidad social que somos. Por tanto, aunque tengamos miles de posibilidades de alargar la vida, mejores trabajos con menos esfuerzo manual, mejor alimentación y más comodidades. Estamos perdiendo la batalla contra un mundo aparentemente conectado, más consciente de los derechos humanos, más educado, cada vez más. Pero que en realidad está siendo menos recto, menos veraz, menos humano y por supuesto menos feliz.
POR SARA MORGAN
CONSULTOR LABORAL Y DIRECTOR DE EQUITY JOB LAB
@MORGANSAREL
CAMARADA
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