Esta semana se publicó Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Inegi, en el que se destacó que el 64 por ciento de los mexicanos considera que la ciudad en la que vive es insegura, según información recabada en el tercer trimestre del año. Esta encuesta busca realizar estimaciones en torno a la percepción de la población sobre la seguridad en las ciudades.
En ese sentido, se detectó que hubo una reducción del 3 por ciento en la percepción de inseguridad respecto a junio pasado, sin embargo, se mantiene en los mismos niveles que en el mismo período del año pasado. Este estudio revela cifras desalentadoras, más del 70 por ciento de las mujeres se sienten inseguras frente al 57 por ciento de los hombres, mientras que las ciudades con mayor índice de percepción de inseguridad son Fresnillo, Irapuato y Naucalpan, donde el robo, la violencia sexual y familiar y el narcomenudeo fueron los delitos más prevalentes según la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Esta encuesta es ambivalente, si bien muestra una ligera mejoría en la percepción de seguridad y trabajo de las fuerzas civiles frente a las militares, también confirma el aumento de los índices de violencia doméstica diferenciados por género, así como los temores de las mujeres. en el espacio público a un acto victimizante.
Otro de los datos en los que debemos ahondar en el análisis que como sociedad tenemos sobre las víctimas y la percepción de riesgos hacia los niños en el contexto familiar que se están viendo afectados de manera desproporcionada, no como consecuencia única y directa de la pandemia, sino sí como un factor que exacerbó una dolorosa tendencia.
Asimismo, reconozco la labor del Inegi, que visibiliza estas realidades con la intención de que las distintas autoridades de todos los niveles encargadas de la seguridad y la administración de justicia basen mejor sus esfuerzos.
Nos habla de un problema estructural de una sociedad que debe asumir la violencia como parte de su realidad cotidiana y no sólo eso, sino que debe resistir niveles cada vez más altos hasta el punto de la normalización, dado que no existen mecanismos ni estrategias para cambiar esta realidad.
Mucho se puede decir a favor o en contra de la militarización de la seguridad civil, sin embargo, es un problema sistémico que requiere una profunda reinterpretación de nuestros conceptos como individuos sociales, algo que no se puede resolver en un sexenio.
POR AZUL ETCHEVERRY
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@AZULETCHEVERRY
MAAZ
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