La semana pasada se confirmó que los tres partidos que integran la variopinta alianza opositora Va por México llegaron, después de mucho ir y venir, a un acuerdo para ir juntos en los procesos electorales de los estados de México y Coahuila y, lo más importante, para la Elecciones presidenciales de 2024.
El PAN y el PRD repetirán el modelo que en 2018 resultó en una de sus mayores debacles individuales y colectivas, y que pocas alegrías les ha dado en años posteriores, sumándose a un PRI impresentable hoy. El autodenominado bloque opositor tuvo algunos resultados rescatables en las elecciones intermedias y en la Ciudad de México en 2021, pero no logró presentar un dique contra la reducida mayoría de los cuatro teístas de entonces a aquí.
El PRI ha demostrado de qué está hecha su dirigencia cuando se trata de muchas votaciones de fondo en el Congreso, y la urgencia de la alianza ha permitido que los tricolores se salgan con la suya una y otra vez. Ahora el PRI ha sumado un par de puntos adicionales al obtener la decisión de quienes serán los abanderados de la alianza en Coahuila y el Estado de México.
No ha sido fácil ni barato mantener viva esta asociación tripartita, y los costos han sido económicos, prácticos y de principios: militantes opositores de trayectoria destacada, tanto del PAN como del PRD, han tenido que soportar las indignidades a las que obligaron la convivencia los somete. con un compañero de viaje rechazado incluso por sus correligionarios, los propios priistas.
En parte es por eso que Va por México no pudo sumarse al Movimiento Ciudadano, cuyo líder, Dante Delgado, sabe bien que gana mucho más (y pierde mucho menos) yendo solo que mal acompañado.
Las encuestas no auguran nada bueno para la alianza, que puede pelear contra Morena en Coahuila pero tiene un camino muy cuesta arriba en EdoMex, donde la selección de candidatos no parece haber tenido el impacto deseado entre la militancia de base del PRI. Aunque aún falta mucho para las elecciones, un apostador optimista le daría una de las dos gubernaturas a Va por México y la otra a Morena, insuficientes para revertir la carga inercial del partido en el poder de cara a las elecciones presidenciales.
Aquí es donde me pregunto cuál es la lógica de insistir en una coalición de partidos que han sido rivales históricos y además cargan con el lastre de no haber renovado sus líderes, sus plataformas o sus planteamientos de futuro.
Si la derrota en 2018 ni siquiera pudo provocar el reconocimiento de que algo andaba muy mal, los resultados posteriores deberían ser evidencia de que este menage-a-trois no tiene mucho futuro, por la simple y sencilla razón de que solo ofrece un retorno. Al pasado. Y luego para la nostalgia, ni siquiera quién le gana hoy al gobierno y a Morena.
El gran José José diría, ya pasado, pasado.
POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@gabrielguerrac
CAMARADA
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