Incansable, un robot de llamada de servicios deambula por el laboratorio donde se produce el encuentro con Jesús Hernández, director de accesibilidad de la Fundación ONCE. “Esta plataforma robótica es un ejemplo perfecto. Lo que hacemos aquí empieza por firmar contratos de colaboración con empresas para poner en marcha un proyecto y dejar en sus manos el desarrollo tecnológico y la adaptación al caso de uso”. El reparto de roles queda así definido, pero Hernández tiene mucho más que contar.
Este ingeniero forestal con discapacidad matiza: “Para nosotros es fundamental que el destinatario de un proyecto sea un grupo de personas con discapacidad o personas mayores, pueden ser analfabetos funcionales, personas que no dominan el idioma o padecen deterioro cognitivo. . Hay muchos casos de uso que no imaginábamos, por eso hacemos pruebas con usuarios para modelar la solución a cada problema real”.
Hernández dirige desde España el Centro Europeo de Accesibilidad impulsado por la CE
Un problema, según Hernández, es la barrera mental que pueden encontrar algunas empresas, consistente en pensar que van a comercializar un producto exclusivamente para personas con discapacidad. No es así: si el proyecto concluye con éxito, lo que comercialicen será valioso para toda la sociedad. “Si la innovación no es para todas las personas, no es verdadera innovación. El problema reaparece cada vez que un análisis costo-beneficio descubre que el número de destinatarios no es suficiente para obtener un retorno económico; En esos casos, es necesario extender el impacto más allá de nuestro grupo”.
Por cierto, la actividad de Hernández tiene un creciente sesgo europeo. Desde Madrid dirige el Centro Europeo de Accesibilidad, una iniciativa que la CE adjudicó a través de un concurso a un consorcio en el que participan universidades de varios países y del que la Fundación ONCE es cabecera.
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Según la OMS, más de mil millones de personas tienen alguna discapacidad. Es una cifra desactualizada, pero se ha estimado que es el 15% de la población mundial. “Aquí, desde el Grupo Social y Fundación ONCE trabajamos por el colectivo y con las personas que más lo tienen, pero con ello mejoramos la vida de muchas más personas no discapacitadas”.
La accesibilidad puede ser esencial para ese 15% de la población y conveniente –no esencial– para el 40%, pero en la práctica hace la vida más cómoda para el 100% de la población. De esto se infiere que “con accesibilidad se puede ganar dinero y por eso trabajamos con la noción de inversión de impacto social”. Las empresas entran en escena.
Es un error creer que los desarrollos accesibles se limitan únicamente a las personas con discapacidad.
Mucho depende del acuerdo al que se llegue con cada uno a la hora de comercializar los resultados del proyecto. “En colaboración con las startups, firmamos que, cuando lleguen a su punto de inflexión y comiencen a obtener beneficios, el 5% del retorno revertirá a la fundación e igualará el monto para cofinanciar un proyecto de impacto social”.
No se trata sólo de nuevas empresas, dice Hernández. «Llevamos mucho tiempo involucrados en proyectos de robótica con Adif y Renfe y colaboramos con El Corte Inglés y Microsoft, o con Alstom, el fabricante francés de trenes» del que somos proveedor homologado de accesibilidad en sus diseños.
Antes de la pandemia se había detectado la necesidad de reuniones remotas en las que participaran personas con discapacidad intelectual o sensorial; la idea era conducir a un sistema de videoconferencia totalmente accesible. “Las circunstancias han cambiado y ahora estamos trabajando con Microsoft; “Nos sería imposible comercializar algo así, por eso nos hemos asociado con el socio que consideramos más cercano a la solución que estamos buscando”.
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