Yasmín Esquivel Mossa y quienes la asesoran deberían ser contratados por Marvel. Sus ideas del multiuniverso superan cualquier entrega de la famosa franquicia, así como los atributos de un superhéroe cómico. Incluida la elección de fecha para presentar tu “cuento”: espera hasta el 25 de diciembre para darla. Hubiera sido mejor el 28 y todos sabríamos que fue un acto inocente; el típico “yo no choqué, me pegaron”.
Pero si fuera una propuesta de Marvel, un guión multiuniverso y/o una broma, podríamos reírnos. Lamentablemente no es el caso. Solo son cuerdas viejas y repetidas que nos prescribe la 4T (primero muertos que aceptar que mienten). Unas que suponen un alto grado de dificultad para defender lo indefendible. ¿Y qué es indefendible? ¿Cuál es el suyo? El bien mayor —entendido para velar por México— que no les interesa.
Les falta prudencia y les sobra interés. En este caso: querer ser presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o, en caso de perderlo, conservar el cargo y el prestigio (no olvide, dentro de los requisitos para ser magistrado de la Corte Suprema, es necesario ser abogado de al menos diez años y eso incluye haberte graduado con tu propia tesis). Poco importa si se trata de seguridad jurídica o si se utiliza la ley como una travesura.
En esta historia —ya lo dije, digna de Marvel— Yasmín imagina que terminó por completo su tesis dos años antes de presentarla, lo cual es imposible ya que una tesis no se dirige ni se supervisa a menos que el alumno haya cursado cursos, haya acreditado todas las materias y está tomando un seminario de tesis (consejo: ya están atrasados en comparar la tira de materias de Yasmín con la de cualquier otro estudiante que haya presentado esa tesis en particular para graduarse).
Pero continuemos. Siendo estudiante de derecho, dejó todo su manuscrito en su cuarto y sin que nadie supiera cómo, ¡Edgar Ulises Báez lo entró dos veces! (¿cómo?, no está claro); es decir, para sustraerlo, salir a copiarlo y devolverlo, lo que le permitió presentar y publicar el material como propio un año antes. ¡Son genios del multiverso!; pero —suponiendo que se produzca dicha chapuza— olvidan la máxima legal: primero en el tiempo, primero en la ley.
Según esto, empezó primero, terminó su tesis y la mantuvo dos años antes de presentarla; en ese tiempo no cambio ni una coma…
En tanto, Edgar Ulises se lo presentó primero, con un año de anticipación a Yasmín, además de que sí incluyó al final de su tesis (o aquella en la que sustrajo del otro alumno) conclusiones y la investigación de campo que apoya! toda la tesis! y que pasó Yasmín.
Dejan fuera de la trama que la directora de tesis, Martha Rodríguez, supervisó al menos otras tesis similares. Siete obras copiadas, con distintos niveles de plagio, a partir de tres «originales».
Para hacer más fantasiosa —y absurda— la trama, el presidente López Obrador defiende a Yasmín diciendo que “los que piden castigar a la maestra han cometido delitos graves”. Bueno, ese es el punto, AMLO acepta que hubo un crimen de parte del ministro…
En todo caso, los mexicanos no podemos permitir que un magistrado, con la intención de ser presidente de la SCJN, cometa un delito (o varios; grande o pequeño) para dirigir el máximo tribunal de justicia del país. En principio, tampoco deberían tolerarlo el resto de sus compañeros, que con su silencio, más que solidarizarse con la ministra, están socavando el poder judicial. Con suerte, llegará un momento en que todos tendrán que rendir cuentas por su tibieza.
Y hablo de múltiples delitos porque estamos hablando de un probable (términos legales que ella olvida) infractor por plagio, fraude, corrupción y, en uno de ellos, hasta por asociación delictuosa (tres o más personas, la que vendió el tesis y quienes las vendieron). comprado).
No es un insulto menor. El plagio y el fraude deben ser sancionados. Ignorarlos es arrasar con las bases del conocimiento adquirido, de la honestidad, e implica la posibilidad de que profesionales con “licencia” para ejercer acaben matando a alguien en el quirófano o enviando a alguien a prisión por falta de conocimiento o de oficio.
Falta el final, que el autor de la tesis original (al que ya han señalado en las redes sociales como el peor), admita que le robó la tesis a Esquivel.
Mientras tanto, la constitucionalista no se disculpa, ni renuncia. Ella simplemente se hunde más profundo cada día. Ha decidido actuar como una víctima; llevar esto al punto de generar consecuencias insospechadas para la SCJN y para México. Su “error” ya no es una tesis robada, plagiada o comprada. Su error ahora es no entender el grave daño que le causa a la SCJN ya todo el país con su sed de poder.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
@MALOGUZMANVERO
CAMARADA
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