Como acompañante fantasmal y habitual de las contiendas electorales mexicanas, especialmente las presidenciales, la amenaza de ruptura aparece cíclicamente en los partidos.
Y ahora, en la previa del proceso electoral 2023-2024, el fantasma de la ruptura ya ronda las actuales competencias partidistas, tanto la de Morena como la liderada por el PAN.
La gran pregunta es si, dados los desacuerdos que se han producido en ambas partes, podrán prevalecer la disciplina y la aceptación de la derrota. ¿Qué pasará con los partidos del Frente Amplio por México cuando se conozca el nombre del ganador? Y, más importante aún, ¿cómo reaccionarán los militantes y simpatizantes del PRI si se define que su candidato es panista, y cómo lo harán los panistas si el candidato es priista?
Parecía que Xóchitl Gálvez andaba en un caballo de granja hasta hace unos días, pero en los foros de debate brilló la solidez intelectual y política de la priista Beatriz Paredes, mientras la panista sufrió reveses que fueron bien aprovechados por sus detractores. . Si los votantes de la competencia frentista valoraran capacidad y trayectoria, Paredes triunfaría cómodamente, pero nada garantiza que la votación interna y la encuesta final del Frente se decidirán por esas virtudes.
Xóchitl, por su parte, ha recibido un nuevo impulso con el respaldo-declinación de Santiago Creel Miranda, el más panista de los candidatos, retiro que aparentemente se debió al inesperado ascenso de Paredes que se reflejó en una encuesta frontista. En este escenario, ¿prevalecerá la disciplina y la aceptación de la derrota en el Frente? ¿Y qué pasará si la votación de primera línea da la victoria a un candidato y las elecciones arrojan otro ganador? ¿Se aceptará el promedio?
En el proceso morenista también ha habido desacuerdos entre los precandidatos, el principal encabezado por Marcelo Ebrard, exsecretario de Relaciones Exteriores. Ebrard ha roto el compromiso de no agresión adoptado por los aspirantes morenistas y ha hecho graves comentarios sobre las concentraciones de personas en diversos eventos de Claudia Sheinbaum y sobre el apoyo que -dice Marcelo- está recibiendo el exjefe de Gobierno de la CdMx por parte de la Secretaría de Bienestar, versión rechazada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El excanciller ha asumido una estrategia arriesgada al detallar públicamente sus proyectos de gobierno y ha contravenido así los lineamientos del INE, confirmado por el TEPJF. El mayor riesgo de Ebrard es que, ante la reiteración de su desacato, le nieguen el registro como candidato de Morena (si gana la contienda interna) o de cualquier otra fuerza política e incluso como candidato apartidista (independiente).
¿Los juegos llegarán a las boletas según la alineación actual? ¿Los no ganadores aceptarán los resultados de sus respectivos procesos? Veremos. Por ahora, el fantasma de la ruptura ronda.
Plus online: Rupturas de antaño
Una ruptura memorable la protagonizaron Cuauhtémoc Cárdenas y el recientemente fallecido Porfirio Muñoz Ledo, con su Corriente Democrática, que en 1987 pidió que el candidato presidencial del PRI no fuera determinado, como hasta entonces, por el dedo del presidente en funciones. Cárdenas no logró que se reconociera su victoria cuando compitió con Carlos Salinas de Gortari, en las controvertidas elecciones de 1988, cuyo olor a fraude nunca se ha disipado. Sin embargo, esa ruptura implicó el principio del fin del largo gobierno del PRI, que 12 años después perdió la Presidencia de la República.
Posteriormente, hubo otra ruptura trascendente cuando Andrés Manuel López Obrador abandonó el Partido de la Revolución Democrática y fundó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que lideró, con el gran impulso de AMLO, la hazaña de ganar la Presidencia en la primera vez que compitió por ella.
En el escenario actual, las acusaciones de Marcelo Ebrard aumentan la posibilidad de una ruptura si no es favorecido por las encuestas de Morena, pero el excanciller tendría que tener en cuenta la ausencia de opciones partidistas para postularse y las pocas posibilidades de que una candidatura independiente lo hiciera. tener.
Además, Ebrard seguramente tiene presente la dolorosa experiencia de su exjefe y mentor, Manuel Camacho Solís, cuando en el fatídico año 1994, el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal y candidato a la candidatura presidencial del PRI, le negó su apoyo a Luis Donaldo Colosio. , cuando fue postulado.
POR EDUARDO R. HUCHIM
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