El estado de Chihuahua es uno de los más cercanos a mi corazón porque toda mi familia materna (más o menos 300 seres humanos con el apellido Burciaga hoy) es de allí. Cada vez que llegaban las vacaciones de verano, mis padres me tiraban en un avión directo a la capital chihuahuense para que mis abuelos y tíos se encargaran de recibirme y así mis pobres padres descansaran un par de meses de mí. Entre los años 80 y 90 me convertí en un gran nadador y buen buceador gracias a esos veranos, porque pasaba todas las mañanas en la piscina deportiva, que era pública, olímpica y llena de gente muy agradable. Tenía plataformas y trampolines que me llamaban desde las alturas con sus desafiantes cantos de sirena: «no te atrevas a tirarte de aquí» decía la plataforma de diez metros, que una vez subías a la cima era imposible volver atrás, porque echarse de espaldas era más peligroso que entregarse al vacío.
Por suerte para mí, esos fueron mis días de marimacho y por eso nunca tuve miedo de lanzarme a una especie de suicidio controlado, sintiendo el agujero infinito en medio de mi estómago y luego el golpe en la espalda cuando caía mal. Tampoco me importaba mucho que me llamaran «La masiosare» por chilanga, porque era la época en que los carros y tienditas de algunos panistas tenían calcomanías que decían cosas como «Hagamos patria, matemos un chilango», porque de lo que los de la capital les robamos más. del dinero que merecíamos de esa entidad.
La piscina estaba cerrada a la hora de comer y luego tuvimos que volver con mi abuela Crucita, que era muy bonita; una viejita jorobada de llevar sus mandados para los 17 de sus hijos, nietos y demás invitados a su mesa. Crucita nació en El Oro el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, y vivía con mi abuelo en Villa Panamericana, cerca de una avenida desde donde se veía una enorme maquila a pocos metros.
Chihuahua me encantaba porque podía jugar con mis vecinos y mis primos en la cancha de basquetbol de la calle, ir por las tortillas y caminar hasta la casa de mi tío tomando la camioneta o pidiendo un raid de alguna camioneta para ir en la parte del cajero. No hay problema.
Ahora no puedo creer que aquellos tiempos fueran posibles, mientras escribo siento una especie de nostalgia escalofriante por los tiempos que corren. A veces imagino que los míos son recuerdos implantados por el amor a ese terruño norteño, pero no, es cierto que lo que te cuento alguna vez fue posible.
Debido al narcotráfico y al exceso de violencia, la ciudad y el estado en general se volvieron peligrosos. De hecho, la última vez que estuve allí en Navidad, toda la gente en el estacionamiento de Walmart cayó sobre su pecho cuando el escape de un auto viejo la pasó mal soltando tres chispas que podían ser cohetes o balas perdidas, así que justo en case Mejor que todos se tiren al suelo. Esa imagen, la sensación de impotencia, el inaudito silencio espectral que todos sufrimos mientras asimilamos de dónde venía el trueno todavía me persigue.
Del dolor de tantas muertes violentas e innecesarias, surgieron artistas con propuestas culturales, no solo para contrarrestar sus efectos, sino también como contrapeso a tanta impunidad.
En lugares y tiempos como el nuestro, el arte y la cultura emergen con más naturalidad porque son las defensas naturales de cuerpos sociales que quieren seguir vivos pero dignos. Por eso los gobernadores de estados como Chihuahua deben ser consecuentes con las necesidades de los que gobiernan, que en realidad son los generadores del dinero que se requiere para que todos sigamos de pie, entonces no entiendo por qué la gobernadora Maru Campos tiene la coraje, cinismo y la audacia de gastar 34 millones 800 mil pesos en las 12 funciones de “La golondrina y el príncipe”, obra que nadie quiere a cambio de los demás programas culturales que tuvieron que ser cancelados. Como duele la desfachatez y el ridiculo, como duele que nos tomen por idiotas, que derecho tienen de maltratarnos asi y quitarle a su estado el dinero para generar la cultura y el arte que se necesita para mostrar a los jovenes que hay mas caminos que los del narcotraficante.
Lo vamos a estar viendo, habrá que ver qué pasa después del estreno el 11 de noviembre; haremos cuentas y un recuento de lo perdido por este año en cuanto al arte, estaré de regreso aquí para recordarle a esta señora que el estado no es de ella, y que esto sirva de ejemplo para que todos estemos en desacuerdo por alzando la voz, en contra de estos abusos, de sus cómplices, de los presidentes silenciosos de sus partidos permisivos y de las reacciones de los más ofendidos. Saludos cordiales, Gobernadora Maru Campos, aquí a sus órdenes para cualquier consejo.
POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG
MBL
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